23/02/2018, 08:48
(Última modificación: 23/02/2018, 10:00 por Amedama Daruu.)
—Yo soy la encargada de llevarlos allí —Dijo, la mirada clavada en el suelo.
Daruu se volvió a levantar y dio un paso hacia ella. Agitó el brazo y apretó el puño, y gritó:
—¿¡Por qué harías algo así!? ¡¡Quieres que acabemos con ella, pero tú misma has estado colaborando!! ¿¡Y ahora te arrepientes!?
Arashihime levantó la mirada y le dedicó una sonrisa triste.
—¿Tú no lo habrías podido hacer, verdad?
—¡Por supuesto que no!
—No habrías descubierto entonces lo que era ese Infierno que amenazaba la existencia de los que estaban aquí —dijo—. Quizás incluso Shiruuba hubiese acabado convenciéndote. O no. Ahora estarías hablando con tres ninjas de Ame sobre que es totalmente imposible salir de aquí.
Daruu agachó la mirada, helado. Arashihime echó un vistazo al reloj que colgaba de las paredes del salón.
—Por favor, siéntate, Daruu-kun. —La muchacha cogió su Ame-Cola inclinándose hacia adelante—. El tiempo se acaba.
»Kōri-senpai, un civil no sabe controlar el flujo de su chakra. Un ninja sí. El Infierno no nos haría ningún efecto, y si descubrimos cómo funciona y conseguimos librarnos de las cadenas podríamos causar un pequeño destrozo.
«Eso es lo que haré... Eso es lo que haré...». Daruu asintió, sombrío.
—Ahora, vamos a beber, a reír lo que podamos, y pasaréis la noche en mi casa. Mañana, a la misma hora, actuaremos y buscaremos a Shiruuba mientras duerme. Su verdadero yo debe de estar en alguna parte de ese lugar si quiere nutrirse con el chakra.
La estancia se hizo un poco más cálida (y un poco más fría de lo que debería gracias a una brisa que venía del sillón opuesto a Arashihime). La luz de la chimenea brillaba más, y el siguiente sorbo de sus bebidas les sabría a gloria.
Aparentemente distraída, Arashihime dijo:
—Entonces, ¿tú te llamas Amedama Daruu, no? ¿Amedama? ¿Eres hijo de Kiroe-chan, la de la cafetería?
La pregunta cayó como un jarro de agua fría. Llevaban un buen rato en aquél mundo falso, y era la primera vez que algo de dentro de él le recordaba de forma tan visceral y tan dolora a su madre. Aquella chica había sido clienta de la pastelería. Y ahora estaba muerta. Tragó saliva, y se recordó que tenía que fingir. Tenía que hacerlo. Tenía que fingir no estar al borde de gritar, de golpear algo.
—¡Sí! ¿Conoces sus famosos bollitos de vainilla? ¡Kōri-sensei no puede aguantar sin ellos! Hemos probado unos de aquí... No son iguales.
—Bah, bah, pues yo los noto igual.
—Pero estos son falsos.
—¿Falso? No, Daruu-kun, todo esto es muy real. Pronto verás que este mundo es un Paraíso...
Hasta la indignación y la melancolía de haberse visto arrastrado fuera del mundo de uno resultaba difícil de replicar y de transformar en una máscara falsa, pese que bajo ella hubiera un rostro similar.
Daruu se volvió a levantar y dio un paso hacia ella. Agitó el brazo y apretó el puño, y gritó:
—¿¡Por qué harías algo así!? ¡¡Quieres que acabemos con ella, pero tú misma has estado colaborando!! ¿¡Y ahora te arrepientes!?
Arashihime levantó la mirada y le dedicó una sonrisa triste.
—¿Tú no lo habrías podido hacer, verdad?
—¡Por supuesto que no!
—No habrías descubierto entonces lo que era ese Infierno que amenazaba la existencia de los que estaban aquí —dijo—. Quizás incluso Shiruuba hubiese acabado convenciéndote. O no. Ahora estarías hablando con tres ninjas de Ame sobre que es totalmente imposible salir de aquí.
Daruu agachó la mirada, helado. Arashihime echó un vistazo al reloj que colgaba de las paredes del salón.
—Por favor, siéntate, Daruu-kun. —La muchacha cogió su Ame-Cola inclinándose hacia adelante—. El tiempo se acaba.
»Kōri-senpai, un civil no sabe controlar el flujo de su chakra. Un ninja sí. El Infierno no nos haría ningún efecto, y si descubrimos cómo funciona y conseguimos librarnos de las cadenas podríamos causar un pequeño destrozo.
«Eso es lo que haré... Eso es lo que haré...». Daruu asintió, sombrío.
—Ahora, vamos a beber, a reír lo que podamos, y pasaréis la noche en mi casa. Mañana, a la misma hora, actuaremos y buscaremos a Shiruuba mientras duerme. Su verdadero yo debe de estar en alguna parte de ese lugar si quiere nutrirse con el chakra.
La estancia se hizo un poco más cálida (y un poco más fría de lo que debería gracias a una brisa que venía del sillón opuesto a Arashihime). La luz de la chimenea brillaba más, y el siguiente sorbo de sus bebidas les sabría a gloria.
Aparentemente distraída, Arashihime dijo:
—Entonces, ¿tú te llamas Amedama Daruu, no? ¿Amedama? ¿Eres hijo de Kiroe-chan, la de la cafetería?
La pregunta cayó como un jarro de agua fría. Llevaban un buen rato en aquél mundo falso, y era la primera vez que algo de dentro de él le recordaba de forma tan visceral y tan dolora a su madre. Aquella chica había sido clienta de la pastelería. Y ahora estaba muerta. Tragó saliva, y se recordó que tenía que fingir. Tenía que hacerlo. Tenía que fingir no estar al borde de gritar, de golpear algo.
—¡Sí! ¿Conoces sus famosos bollitos de vainilla? ¡Kōri-sensei no puede aguantar sin ellos! Hemos probado unos de aquí... No son iguales.
—Bah, bah, pues yo los noto igual.
—Pero estos son falsos.
—¿Falso? No, Daruu-kun, todo esto es muy real. Pronto verás que este mundo es un Paraíso...
Hasta la indignación y la melancolía de haberse visto arrastrado fuera del mundo de uno resultaba difícil de replicar y de transformar en una máscara falsa, pese que bajo ella hubiera un rostro similar.