26/02/2018, 08:46
A pesar de lo crudo de la situación, Daruu no pudo evitar soltar una pequeña carcajada.
—¿Un uzureño en vendimia? Te voy a secuestrar esa expresión.
—¿Y el resto? ¿Y el...? ¿Y el barco?
—Aaargh —gimió Daruu, y se levantó con suma dificultad. Estaban en una cala pronunciada entre las rocas y la vegetación. Al fondo, antes de llegar a la orilla, habían dos exóticos árboles que el muchacho no había visto en su vida, con el tronco con púas y las hojas arriba del todo, en forma de abanico, que habían caído sobre la arena de forma paralela. Daban unos frutos marrones y peludos como un perro. Daruu caminó hasta allí, se subió encima de uno de los árboles y oteó a ambos lados de la playa.
Ni rastro del barco, ni del capitán, ni de nadie más. Volvió donde Datsue.
—Estamos muy jodidos —dijo, anunciando lo evidente, con voz temblorosa.
Entonces, un trozo de papel malherido planeó arrastrado por la brisa marina y se posó entre ellos dos. Era un mapa, que representaba una isla que bien podría ser donde estaban. También estaba la costa de Oonindo, y justo enfrente de ella, en la isla, una cala muy parecida a donde estaban albergaba dos líneas marrones que bien podían representar esos árboles que Daruu había visto antes.
Y en el centro de la isla, encima de una montaña, había marcada una X de color rojo.
—Datsue, no. —Como si pudiera leerle la mente, la lengua de Daruu se movió incluso más rápido que su propio cerebro al procesar la imagen—. Datsue, NO —repitió.
—¿Un uzureño en vendimia? Te voy a secuestrar esa expresión.
—¿Y el resto? ¿Y el...? ¿Y el barco?
—Aaargh —gimió Daruu, y se levantó con suma dificultad. Estaban en una cala pronunciada entre las rocas y la vegetación. Al fondo, antes de llegar a la orilla, habían dos exóticos árboles que el muchacho no había visto en su vida, con el tronco con púas y las hojas arriba del todo, en forma de abanico, que habían caído sobre la arena de forma paralela. Daban unos frutos marrones y peludos como un perro. Daruu caminó hasta allí, se subió encima de uno de los árboles y oteó a ambos lados de la playa.
Ni rastro del barco, ni del capitán, ni de nadie más. Volvió donde Datsue.
—Estamos muy jodidos —dijo, anunciando lo evidente, con voz temblorosa.
Entonces, un trozo de papel malherido planeó arrastrado por la brisa marina y se posó entre ellos dos. Era un mapa, que representaba una isla que bien podría ser donde estaban. También estaba la costa de Oonindo, y justo enfrente de ella, en la isla, una cala muy parecida a donde estaban albergaba dos líneas marrones que bien podían representar esos árboles que Daruu había visto antes.
Y en el centro de la isla, encima de una montaña, había marcada una X de color rojo.
—Datsue, no. —Como si pudiera leerle la mente, la lengua de Daruu se movió incluso más rápido que su propio cerebro al procesar la imagen—. Datsue, NO —repitió.