27/02/2018, 08:58
Como un demente, Datsue empezó a tirarse de los pelos y saltar y correr y a... ¿lanzarle cortes de manga a la costa de Oonindo? Reía como un adicto a la cocaína en un desierto blanco, como un drogodependiente en uno de esos exóticos bosques llenos de setas gigantes en el País del Bosque. En definitiva y como ya he dicho, estaba puto loquísimo.
—¡Daruu! ¡Daruu! —dijo, y se acercó a Daruu propinándole un abrazo del que intentó librarse sin éxito—. Tío. Tío, tío, tío, tío. Te das cuenta de lo que es, ¿verdad? Joder, ¿¡te das cuenta de lo que es!?
—¿Una desfachatez? —repuso.
—¡Es lo que tú mismo dijiste! ¡Lo que vislumbraste dos días atrás! ¡Eres un genio! —dijo. Daruu lo miró extrañado. Luego, el muchacho imitó su propia voz de una forma bastante cómica. En otra ocasión, quizás hubiera reído, pero en ese momento Daruu olía el peligro—. ¡Pues claro que curioso! ¡Era el jodido destino! ¡Uchiha Datsue el Intrépido y el Demonio de Ojos Blancos unidos por una buena causa! Pero tranquilízate, Daruu, ¡no perdamos la compostura! ¡Hay que mantener la calma ante todo! ¡Lo primero es llegar hasta la X! Ya sé que el cabrón dijo que no lo había enterrado ahí, pero creo que es un buen punto de partida.
Datsue empezó a caminar por la playa, a grandes zancadas. Pero Daruu no se movió ni un centímetro. El Uchiha escuchó a sus espaldas el ruido seco de verter agua encima de la arena. Y cuando se diera la vuelta, Daruu estaría montado en un pájaro de caramelo de color carmesí.
—Yo me voy. Tú verás lo que haces con el tesoro... —empezó a decir, no muy convencido, y se elevó con el pájaro en dirección al horizonte de Oonindo...
Y arriba, miró atrás. Y vio la silueta, pequeña, de Datsue, mirándole desde allí abajo, con los brazos caídos pero con el mapa bien agarrado con pura y simple determinación. Lo vio hacerse cada vez más pequeñito, y recordó cómo habían colaborado para salir del barco. Se imaginó a Datsue construyendo una balsa para salir de la isla, se lo imaginó muriendo de hambre y sed por aquél estúpido capricho del tesoro. Cuando él, perfectamente, podría crear un transporte para ambos.
—¡AAAHHHHHGGG! ¡No puedo dejarle ahíiiii! —se lamentó en voz alta, echándose las manos a la cabeza, y dio la vuelta. Aterrizó un minuto después delante del Uchiha, y el pájaro se deshizo detrás de él.
»Supongo que no puedo convencerte para que abandones esta locura y te vengas conmigo en un pájaro de vuelta a Oonindo, ¿verdad? —Suspiró, y dejó caer los brazos, abatido.
—¡Daruu! ¡Daruu! —dijo, y se acercó a Daruu propinándole un abrazo del que intentó librarse sin éxito—. Tío. Tío, tío, tío, tío. Te das cuenta de lo que es, ¿verdad? Joder, ¿¡te das cuenta de lo que es!?
—¿Una desfachatez? —repuso.
—¡Es lo que tú mismo dijiste! ¡Lo que vislumbraste dos días atrás! ¡Eres un genio! —dijo. Daruu lo miró extrañado. Luego, el muchacho imitó su propia voz de una forma bastante cómica. En otra ocasión, quizás hubiera reído, pero en ese momento Daruu olía el peligro—. ¡Pues claro que curioso! ¡Era el jodido destino! ¡Uchiha Datsue el Intrépido y el Demonio de Ojos Blancos unidos por una buena causa! Pero tranquilízate, Daruu, ¡no perdamos la compostura! ¡Hay que mantener la calma ante todo! ¡Lo primero es llegar hasta la X! Ya sé que el cabrón dijo que no lo había enterrado ahí, pero creo que es un buen punto de partida.
Datsue empezó a caminar por la playa, a grandes zancadas. Pero Daruu no se movió ni un centímetro. El Uchiha escuchó a sus espaldas el ruido seco de verter agua encima de la arena. Y cuando se diera la vuelta, Daruu estaría montado en un pájaro de caramelo de color carmesí.
—Yo me voy. Tú verás lo que haces con el tesoro... —empezó a decir, no muy convencido, y se elevó con el pájaro en dirección al horizonte de Oonindo...
Y arriba, miró atrás. Y vio la silueta, pequeña, de Datsue, mirándole desde allí abajo, con los brazos caídos pero con el mapa bien agarrado con pura y simple determinación. Lo vio hacerse cada vez más pequeñito, y recordó cómo habían colaborado para salir del barco. Se imaginó a Datsue construyendo una balsa para salir de la isla, se lo imaginó muriendo de hambre y sed por aquél estúpido capricho del tesoro. Cuando él, perfectamente, podría crear un transporte para ambos.
—¡AAAHHHHHGGG! ¡No puedo dejarle ahíiiii! —se lamentó en voz alta, echándose las manos a la cabeza, y dio la vuelta. Aterrizó un minuto después delante del Uchiha, y el pájaro se deshizo detrás de él.
»Supongo que no puedo convencerte para que abandones esta locura y te vengas conmigo en un pájaro de vuelta a Oonindo, ¿verdad? —Suspiró, y dejó caer los brazos, abatido.