3/03/2018, 16:52
Juro, Ayame y Riko trataron de entender lo que le ocurría a Jin. Con suerte, podrían cargarlo entre los tres y marcharse de aquel tétrico pasillo.
Pero eso nunca pasó.
De la nada, surgieron cuerdas que agarraron a Juro antes de que si quiera pudiese entender que pasaba. Le pegaron al suelo con tal fuerza que le provocaba mucho dolor. Ni si quiera podía moverse un centímetro. Estaba completamente inmovilizado. Unas sogas habían surgido practicamente de la nada.
Pronto, el pobre Jin, quien no podía hacer practicamente nada, fue tomado sin resistencia por aquellas sogas.
El siguiente fue Riko, y se llevó tal golpe que resonó por toda la casa.
Una carcajada femenina pronto inundó el ambiente.
« Vamos a morir todos. Ya esta »
Pero eso no pasó. Ayame nunca fue tomada por las sogas. En lugar de eso, una silueta los recibió. Era el hombre que había estado ahorcado en la habitación. Vivido y coleando. Tal y como Ayame dijo en ese momento, que el cadaver se había moviod. Pues ahí estaba. Sostenía una bandeja, con un kunai y una llave.
—Tal y como ella tuvo que hacer, tienes que elegir... La llave de la casa, para ti, o el kunai para todos. Todas tienen un precio, algo por lo que pagar, si coges una, algo pasará, piénsalo bien, Ayame.
Juro observó lo que ocurría, con los ojos abiertos como platos.
« Joder. No puedo hacer nada » — Por más que intentaba moverse, no podía. Pero... aunque pudiese hacerlo, ¿Qué podría hacer él contra eso? Se veía inútil. Y eso que tenía la única arma cortante a excepción de ese kunai a su disposición. Su maldita pieza de puzle.
Ayame reflexionó. Y Juro creyó saber lo que pensaba. ¿Merecía la pena jugarse la vida por unos desconocidos? ¿Los abandonaría? Ni si quiera supo para que era la llave o el kunai, pero la elección dependía de ella.
Y Ayame tomó su decisión.
Cabizbaja, se aproximó hasta la figura del hombre. Agarró el arma metálica...
... y apuñaló al hombre ahorcado con él.
— ¡Ayame!
En un segundo, ella ya no estaba. Una mancha oscura había quedado. Ni ella ni el ahorcado. Se había evaporado, como por arte de magia.
Se había sacrificado por ellos.
« No... esto no puede estar pasando. Tiene que estar bien » — A Juro le dolía el pecho. ¿Culpabilidad? ¿O era lastima? Quizá solo fuese miedo. No lo sabía, pero no quería quedarse ahí, eternamente.
Juro sintió que sus cuerdas se aflojaban. Hizo toda la fuerza que pudo. Pronto, se deshicieron.
— ¡Agg! — exclamó, aun dolorido por las apretadas cuerdas de hace unos momentos. Le quedaría marca, eso seguro, pero no estaba tan mal como los demás —. ¡Riko! ¡Jin! ¿Estáis bien?
Se acercaría a ellos y comprobaría su estado. Si sus cuerdas seguían sin aflojarse. Entonces, sacaría su pieza de puzle, con el reborde afilado, y las aflojaría él mismo, con cuidado.
— Por alguna razón, mi pieza esta afilada. Yo me encargo— explicó Juro, con un tono de mezcla entre tristeza y miedo. Se puso al lado de Riko y luego de Jin. Metodicamente, cortaría las sogas que les atenazaban, con cuidado de no hacerles ningún corte en la piel por error—. No entiendo una mierda de lo que acaba de pasar. Pero no quiero creer que Ayame esté muerta. Si está viva, en alguna parte de esta casa... tenemos que encontrarla. Se lo debemos.
Juro se fijo entonces en la bolsa que había sobre la mancha donde antes había estado Ayame. Se acercó y la abrió, comprobando, para su sorpresa, que era maíz.
Se lo acercó a un herido y moribundo Jin, quien ya debería estar sin las cuerdas inmovilizándole.
— Jin, encontré esto en la mancha donde antes estaba Ayame. Es maíz. Pero es del hombre, o de la casa, o de quien sea. Podría ser peligroso — dijo Juro, y se lo dio. La decisión era suya.
Pero eso nunca pasó.
De la nada, surgieron cuerdas que agarraron a Juro antes de que si quiera pudiese entender que pasaba. Le pegaron al suelo con tal fuerza que le provocaba mucho dolor. Ni si quiera podía moverse un centímetro. Estaba completamente inmovilizado. Unas sogas habían surgido practicamente de la nada.
Pronto, el pobre Jin, quien no podía hacer practicamente nada, fue tomado sin resistencia por aquellas sogas.
El siguiente fue Riko, y se llevó tal golpe que resonó por toda la casa.
Una carcajada femenina pronto inundó el ambiente.
« Vamos a morir todos. Ya esta »
Pero eso no pasó. Ayame nunca fue tomada por las sogas. En lugar de eso, una silueta los recibió. Era el hombre que había estado ahorcado en la habitación. Vivido y coleando. Tal y como Ayame dijo en ese momento, que el cadaver se había moviod. Pues ahí estaba. Sostenía una bandeja, con un kunai y una llave.
—Tal y como ella tuvo que hacer, tienes que elegir... La llave de la casa, para ti, o el kunai para todos. Todas tienen un precio, algo por lo que pagar, si coges una, algo pasará, piénsalo bien, Ayame.
Juro observó lo que ocurría, con los ojos abiertos como platos.
« Joder. No puedo hacer nada » — Por más que intentaba moverse, no podía. Pero... aunque pudiese hacerlo, ¿Qué podría hacer él contra eso? Se veía inútil. Y eso que tenía la única arma cortante a excepción de ese kunai a su disposición. Su maldita pieza de puzle.
Ayame reflexionó. Y Juro creyó saber lo que pensaba. ¿Merecía la pena jugarse la vida por unos desconocidos? ¿Los abandonaría? Ni si quiera supo para que era la llave o el kunai, pero la elección dependía de ella.
Y Ayame tomó su decisión.
Cabizbaja, se aproximó hasta la figura del hombre. Agarró el arma metálica...
... y apuñaló al hombre ahorcado con él.
— ¡Ayame!
En un segundo, ella ya no estaba. Una mancha oscura había quedado. Ni ella ni el ahorcado. Se había evaporado, como por arte de magia.
Se había sacrificado por ellos.
« No... esto no puede estar pasando. Tiene que estar bien » — A Juro le dolía el pecho. ¿Culpabilidad? ¿O era lastima? Quizá solo fuese miedo. No lo sabía, pero no quería quedarse ahí, eternamente.
Juro sintió que sus cuerdas se aflojaban. Hizo toda la fuerza que pudo. Pronto, se deshicieron.
— ¡Agg! — exclamó, aun dolorido por las apretadas cuerdas de hace unos momentos. Le quedaría marca, eso seguro, pero no estaba tan mal como los demás —. ¡Riko! ¡Jin! ¿Estáis bien?
Se acercaría a ellos y comprobaría su estado. Si sus cuerdas seguían sin aflojarse. Entonces, sacaría su pieza de puzle, con el reborde afilado, y las aflojaría él mismo, con cuidado.
— Por alguna razón, mi pieza esta afilada. Yo me encargo— explicó Juro, con un tono de mezcla entre tristeza y miedo. Se puso al lado de Riko y luego de Jin. Metodicamente, cortaría las sogas que les atenazaban, con cuidado de no hacerles ningún corte en la piel por error—. No entiendo una mierda de lo que acaba de pasar. Pero no quiero creer que Ayame esté muerta. Si está viva, en alguna parte de esta casa... tenemos que encontrarla. Se lo debemos.
Juro se fijo entonces en la bolsa que había sobre la mancha donde antes había estado Ayame. Se acercó y la abrió, comprobando, para su sorpresa, que era maíz.
Se lo acercó a un herido y moribundo Jin, quien ya debería estar sin las cuerdas inmovilizándole.
— Jin, encontré esto en la mancha donde antes estaba Ayame. Es maíz. Pero es del hombre, o de la casa, o de quien sea. Podría ser peligroso — dijo Juro, y se lo dio. La decisión era suya.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60