9/03/2018, 01:01
La rubia permanecía en silencio en lo que la conversación fluía, observando a su estilo el territorio, aunque sin éxito en la gran mayoría de las salas. Tras haber explorado la mayor parte de la institución, llegó a topar con la sala de la televisión, en la cuál se adentró sin reparo alguno. Al hacerlo, podría ver una sala iluminada apenas por la luz que emitía la televisión, aunque destacaba entre tantas otras por ello. Era un habitáculo ridículamente pequeño, donde tan solo había un sofá para apenas dos personas, una pequeña mesa donde reposaban un par de vasos y un cuenco de palomitas, y una televisión de tubo apoyada sobre una mesa de soporte hecha de metal. En la televisión estaban emitiendo un programa de cotilleos, donde no paraban de recriminar cosas los unos a los otros. En el sofá, casi a mitad de éste, una señora de cabellera plateada recogida en un moño, con ropas algo desgastadas y que claramente conformaban su pijama, cubierto en parte por una manta de cuadros. La mujer no perdía detalle alguno del programa, estaba sumida totalmente de lleno.
Entre tanto, ante la respuesta del hombre, Karamaru continuó la conversación. En un principio, se refirió a ambos para afirmar que la conocían, cuando el hombre previamente había estipulado que el calvo también la conocía o al menos eso dijo Kato. Se extrañço bastante, no entendía nada. Mas aún fue así cuando preguntó si de verdad pretendía suicidarse. El hombre comenzó a dudar seriamente de la veracidad de la procedencia de los chicos.
—¿No erais familiares lejanos suyo? —preguntó sin tapujos —Bien lejanos que tenéis que ser, ¿eh?
—Si, si que lo son, son del país del agua, pero son los padrinos de la joven —apresuró a disculpar Kato.
—Uhmmm... entiendo....
»Pues no, no se trataba de un simple rumor. La chica quería saltar desde lo alto hasta un carromato lleno de paja, además de poner varias colchonetas. Quería hacerse la valiente, pero todos se reían y pasaban de ella. Los niños son mas crueles que un manojo de chinchetas.
—Ni que lo digas.
Entre tanto, ante la respuesta del hombre, Karamaru continuó la conversación. En un principio, se refirió a ambos para afirmar que la conocían, cuando el hombre previamente había estipulado que el calvo también la conocía o al menos eso dijo Kato. Se extrañço bastante, no entendía nada. Mas aún fue así cuando preguntó si de verdad pretendía suicidarse. El hombre comenzó a dudar seriamente de la veracidad de la procedencia de los chicos.
—¿No erais familiares lejanos suyo? —preguntó sin tapujos —Bien lejanos que tenéis que ser, ¿eh?
—Si, si que lo son, son del país del agua, pero son los padrinos de la joven —apresuró a disculpar Kato.
—Uhmmm... entiendo....
»Pues no, no se trataba de un simple rumor. La chica quería saltar desde lo alto hasta un carromato lleno de paja, además de poner varias colchonetas. Quería hacerse la valiente, pero todos se reían y pasaban de ella. Los niños son mas crueles que un manojo de chinchetas.
—Ni que lo digas.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~