9/03/2018, 11:23
(Última modificación: 11/03/2018, 23:33 por Uzumaki Eri.)
Riko y Juro entraron en pánico cuando Ayame fue llevada por el extraño. Reiji, por su parte, no podía pensar en otra cosa que no fuese maíz, hasta que por fin, entre los otros dos chicos, le llevaron una bolsa repleta de su adicción. Al lograr tomársela toda, recobró esas fuerzas que había perdido hacía tan solo unos minutos antes y los tres podían cooperar de nuevo.
El problema era que, sin Ayame, todo aquello sería en vano, pues sin ella no podrían salir de la casa.
Riko tenía una llave, Reiji tenía un trozo de mapa. Para salir sólo les faltaban dos piezas —la de Riko y la de Ayame— y a la kunoichi de la Lluvia.
Ayame se encontraba tirada sobre el suelo frío de una habitación. El sonido de un grifo abierto inundaba sus oídos. No tardó en recobrar la consciencia y verse allí sola, bajo la tenue luz carmesí que ya la había envuelto con anterioridad, junto con el hombre que había dado a elegir entre su libertad o la vida de sus compañeros. Él estaba sentado sobre lo que parecía ser un lavabo. A su derecha había un retrete y a su izquierda, una gran bañera de porcelana. Todo estaba lleno de suciedad y parecía no haber sido utilizado en años, pero eso parecía no importarle a su acompañante, quien jugaba con el grifo mientras que, con su otra mano, jugaba con el kunai que Ayame había escogido.
—Por fin despiertas muchacha, la verdad es que nunca he conocido a una chiquilla que le diese tanto miedo la oscuridad —musitó, girándose a mirar la figura de la kunoichi —. La verdad es que de todas las opciones que podías haber elegido, escogiste la que más me afectaría a mí, y eso me ha hecho daño.
Luego sonrió de lado, señalándola con el kunai.
—¿Por qué decidiste hacer aquello?
El problema era que, sin Ayame, todo aquello sería en vano, pues sin ella no podrían salir de la casa.
Riko tenía una llave, Reiji tenía un trozo de mapa. Para salir sólo les faltaban dos piezas —la de Riko y la de Ayame— y a la kunoichi de la Lluvia.
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Ayame se encontraba tirada sobre el suelo frío de una habitación. El sonido de un grifo abierto inundaba sus oídos. No tardó en recobrar la consciencia y verse allí sola, bajo la tenue luz carmesí que ya la había envuelto con anterioridad, junto con el hombre que había dado a elegir entre su libertad o la vida de sus compañeros. Él estaba sentado sobre lo que parecía ser un lavabo. A su derecha había un retrete y a su izquierda, una gran bañera de porcelana. Todo estaba lleno de suciedad y parecía no haber sido utilizado en años, pero eso parecía no importarle a su acompañante, quien jugaba con el grifo mientras que, con su otra mano, jugaba con el kunai que Ayame había escogido.
—Por fin despiertas muchacha, la verdad es que nunca he conocido a una chiquilla que le diese tanto miedo la oscuridad —musitó, girándose a mirar la figura de la kunoichi —. La verdad es que de todas las opciones que podías haber elegido, escogiste la que más me afectaría a mí, y eso me ha hecho daño.
Luego sonrió de lado, señalándola con el kunai.
—¿Por qué decidiste hacer aquello?
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