12/03/2018, 18:09
Pero lo que encontró en él no fue lo que buscaba. Sino todo lo opuesto. Daruu retrocedió como buenamente pudo arrastrándose por el suelo lleno de huesos humanos, la miraba con el rostro desencajado por el más primigenio terror y sus ojos la contemplaban desorbitados. Tenía todo su cuerpo en tensión, como si estuviera esperando que en cualquier momento fuera a saltar sobre él para despedazarlo.
—P-por favor. N-no me hagas daño.
Y aquellas últimas cuatro palabras se clavaron como dagas en sus tímpanos.
Ayame tembló y su corazón se olvidó de latir un segundo.
«...Piensan que es un monstruo...»
Y el aire volvió a vibrar con fuerza a su alrededor cuando apretó los puños y las mandíbulas. El dorso de su mano izquierda también quemaba.
—Ayame... —la llamó Kōri, débilmente.
Pero Ayame no le escuchó.
—¡¡¡NO SOY NINGÚN MONSTRUO!!! —bramó, su voz reverberando por toda la casa y las colas agitándose tras su espalda como dos serpientes embravecidas.
Se impulsó con sus piernas y se lanzó con toda su rabia hacia delante...
Pero pasó justo al lado de Daruu sin rozarle siquiera y en apenas un parpadeo desapareció por la puerta. Apenas unos instantes después, el portazo provino de la puerta principal de la casa.
Kōri lanzó un largo y tendido suspiro y se apoyó contra la pared más cercana. Se había estado conteniendo, como bien sabía hacer, hasta aquel momento, pero con la jinchūriki desbocada fuera de escena ahora su cuerpo temblaba sin control. Y se sentía débil como nunca lo había estado. Y hambriento. Pero lo peor era la sed. Se llevó una mano a la frente, bastante mareado.
—Ayame... aunque no lo parezca ella está tan débil como nosotros... Y esa cosa la está debilitando aún más... Si estuviera aquí padre todo sería más fácil...
»Tenemos que encontrarla... —añadió al cabo de unos pocos segundos, reincorporándose como buenamente podía y se acercó débilmente al atril con el libro, sin atreverse a tomarlo aún—. Daruu-kun, ¿puedes echarle un vistazo al libro y decirme si el sello se ha roto?
—P-por favor. N-no me hagas daño.
Y aquellas últimas cuatro palabras se clavaron como dagas en sus tímpanos.
Ayame tembló y su corazón se olvidó de latir un segundo.
«...Piensan que es un monstruo...»
Y el aire volvió a vibrar con fuerza a su alrededor cuando apretó los puños y las mandíbulas. El dorso de su mano izquierda también quemaba.
—Ayame... —la llamó Kōri, débilmente.
Pero Ayame no le escuchó.
—¡¡¡NO SOY NINGÚN MONSTRUO!!! —bramó, su voz reverberando por toda la casa y las colas agitándose tras su espalda como dos serpientes embravecidas.
Se impulsó con sus piernas y se lanzó con toda su rabia hacia delante...
Pero pasó justo al lado de Daruu sin rozarle siquiera y en apenas un parpadeo desapareció por la puerta. Apenas unos instantes después, el portazo provino de la puerta principal de la casa.
Kōri lanzó un largo y tendido suspiro y se apoyó contra la pared más cercana. Se había estado conteniendo, como bien sabía hacer, hasta aquel momento, pero con la jinchūriki desbocada fuera de escena ahora su cuerpo temblaba sin control. Y se sentía débil como nunca lo había estado. Y hambriento. Pero lo peor era la sed. Se llevó una mano a la frente, bastante mareado.
—Ayame... aunque no lo parezca ella está tan débil como nosotros... Y esa cosa la está debilitando aún más... Si estuviera aquí padre todo sería más fácil...
»Tenemos que encontrarla... —añadió al cabo de unos pocos segundos, reincorporándose como buenamente podía y se acercó débilmente al atril con el libro, sin atreverse a tomarlo aún—. Daruu-kun, ¿puedes echarle un vistazo al libro y decirme si el sello se ha roto?