18/03/2018, 19:38
(Última modificación: 18/03/2018, 19:43 por Uzumaki Eri.)
Reiji recibió el maíz como si fuese una bendición, más que el agua de su propia villa. Y cuando no quedó ni gota, se encaró con los otros dos integrantes de aquel fracturado grupo, exigiéndoles saber qué había ocurrido y dónde estaba Ayame. Riko contestó aunque el dolor no había dejado que se expresase de la mejor forma, mientras que Juro, claramente molesto por el comportamiendo del supuesto Jin, le contestaba de mala gana.
Justo cuando Juro fue a ayudar a Riko, el sonido de unas gotas caer al suelo resonaron en los oídos de éstos, que se encontraban más cerca de la escalera que el otro chico. Sonaba débil, pero sabían que provenía de arriba.
El hombre apoyó uno de sus codos sobre su pierna izquierda, e instintivamente dejó caer su barbilla sobre la mano derecha, escuchando como Ayame relataba lo buena persona que era tras intentar salvar a sus compañeros. No dejó de sonreír en ningún momento, sobre todo cuando recitó aquello último.
—Pero Ayame-san, no te di la opción de matarlos... Era elegir entre tú misma y todos vosotros, pero no dije matar en ningún momento... —musitó, negando con la cabeza —. En resumidas cuentas, te estaba ofreciendo un kunai para continuar con tu viaje.
Le tendió el kunai, sin embargo se lo retiró rápidamente.
—Claro que... En vez de elegir entre tú o todos, preferiste herirme, ¡a mí! ¿Cómo crees que se lo podría haber tomado vuestro anfitrión? —negó de nuevo.
De un salto acabó posicionándose cerca de Ayame, inclinándose sobre ella hasta quedar a la altura de sus ojos chocolate. Sonrió de lado y tomó su mano con delicadeza, en la que depositó un fragmento metálico que reconocería con facilidad.
—Respuesta correcta.
Un extraño remolino se apoderó de la habitación y la kunoichi se vio obligada a cerrar los ojos. Justo cuando lo hizo, El Ahorcado había desaparecido, dejando el fragmento de llave y el kunai sobre la mano de Ayame, y cuando volviese a abrirlos, se vería sola en aquella habitación.
Y la puerta estaba totalmente cerrada.
Justo cuando Juro fue a ayudar a Riko, el sonido de unas gotas caer al suelo resonaron en los oídos de éstos, que se encontraban más cerca de la escalera que el otro chico. Sonaba débil, pero sabían que provenía de arriba.
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El hombre apoyó uno de sus codos sobre su pierna izquierda, e instintivamente dejó caer su barbilla sobre la mano derecha, escuchando como Ayame relataba lo buena persona que era tras intentar salvar a sus compañeros. No dejó de sonreír en ningún momento, sobre todo cuando recitó aquello último.
—Pero Ayame-san, no te di la opción de matarlos... Era elegir entre tú misma y todos vosotros, pero no dije matar en ningún momento... —musitó, negando con la cabeza —. En resumidas cuentas, te estaba ofreciendo un kunai para continuar con tu viaje.
Le tendió el kunai, sin embargo se lo retiró rápidamente.
—Claro que... En vez de elegir entre tú o todos, preferiste herirme, ¡a mí! ¿Cómo crees que se lo podría haber tomado vuestro anfitrión? —negó de nuevo.
De un salto acabó posicionándose cerca de Ayame, inclinándose sobre ella hasta quedar a la altura de sus ojos chocolate. Sonrió de lado y tomó su mano con delicadeza, en la que depositó un fragmento metálico que reconocería con facilidad.
—Respuesta correcta.
Un extraño remolino se apoderó de la habitación y la kunoichi se vio obligada a cerrar los ojos. Justo cuando lo hizo, El Ahorcado había desaparecido, dejando el fragmento de llave y el kunai sobre la mano de Ayame, y cuando volviese a abrirlos, se vería sola en aquella habitación.
Y la puerta estaba totalmente cerrada.
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