22/03/2018, 12:39
(Última modificación: 22/03/2018, 12:40 por Amedama Daruu.)
Daruu se encontró cara a cara con el terror que le había paralizado antes, y dio un paso atrás. Pero no apartó la mirada. La concentró en aquél ojo lleno de odio, fugaz. Entrecerró su propia mirada y se sorprendió al encontrar un enojo donde antes sólo había miedo. Miedo...
—¡No! Lo último que querría es que os pasara algo por intentar protegerme —protestó Ayame.
—Confieso —dijo Daruu—. Que me da miedo. Me da mucho miedo. Pero sé que tú lo tienes que estar pasando muy mal, y quiero proteger a la gente a la que quiero, si no, ¿qué clase de ninja sería? Casi es uno de los únicos motivos por el que acepté este trabajo. —Se encogió de hombros—. La verdad, yo no veo ningún dilema moral. Kori-sensei, aunque Ayame escuchase al Gobi, ¿qué motivo tendría para dejarse convencer? Dice que nos odia por tenerle encerrada, pero la encerramos para protegernos, y ha jurado que si sale nos va a aplastar a todos. —Como si estuviera debatiendo con el propio bijuu, echó un vistazo al hombro de Ayame, con la mirada perdida—. No voy a dejar que nadie aplaste a nadie en Amegakure, si puedo evitarlo. Es lo que hay.
—Estaremos ahí en todo momento, Ayame —intervino Kori, que parecía haber recuperado parte de la compostura perdida—. Y si padre no está para pararte los pies...
—Para pararle los pies al bijuu —dijo Daruu—. Lo que haga Ayame bajo su influjo no lo hace Ayame.
...o haremos nosotros de alguna manera. Por lo pronto se lo contarás a padre en cuanto lleguemos a casa. Debe echarle un vistazo al sello y asegurarnos de que no se haya debilitado o haya sufrido algún daño.
Inmediatamente, Ayame hundió los hombros, y Daruu la conocía suficientemente bien como para saber que sin duda ahora le daba casi más miedo su padre que el propio monstruo.
—Me haré más fuerte. Así podré protegeros a los dos —decidió Daruu, y asintió con solemnidad.
Y las tripas de Ayame rugieron. Como un eco, las suyas contestaron. Daruu se dobló sobre sí mismo, y sin poder evitarlo, rio.
—Y ahora, ¿por qué no olvidamos un poco todo esto y nos vamos a comer algo? —sugirió—. Ahora mismo soportaría hasta las canciones de Kaniseba.
»Pero no comería pescado —añadió.
—¡No! Lo último que querría es que os pasara algo por intentar protegerme —protestó Ayame.
—Confieso —dijo Daruu—. Que me da miedo. Me da mucho miedo. Pero sé que tú lo tienes que estar pasando muy mal, y quiero proteger a la gente a la que quiero, si no, ¿qué clase de ninja sería? Casi es uno de los únicos motivos por el que acepté este trabajo. —Se encogió de hombros—. La verdad, yo no veo ningún dilema moral. Kori-sensei, aunque Ayame escuchase al Gobi, ¿qué motivo tendría para dejarse convencer? Dice que nos odia por tenerle encerrada, pero la encerramos para protegernos, y ha jurado que si sale nos va a aplastar a todos. —Como si estuviera debatiendo con el propio bijuu, echó un vistazo al hombro de Ayame, con la mirada perdida—. No voy a dejar que nadie aplaste a nadie en Amegakure, si puedo evitarlo. Es lo que hay.
—Estaremos ahí en todo momento, Ayame —intervino Kori, que parecía haber recuperado parte de la compostura perdida—. Y si padre no está para pararte los pies...
—Para pararle los pies al bijuu —dijo Daruu—. Lo que haga Ayame bajo su influjo no lo hace Ayame.
...o haremos nosotros de alguna manera. Por lo pronto se lo contarás a padre en cuanto lleguemos a casa. Debe echarle un vistazo al sello y asegurarnos de que no se haya debilitado o haya sufrido algún daño.
Inmediatamente, Ayame hundió los hombros, y Daruu la conocía suficientemente bien como para saber que sin duda ahora le daba casi más miedo su padre que el propio monstruo.
—Me haré más fuerte. Así podré protegeros a los dos —decidió Daruu, y asintió con solemnidad.
Y las tripas de Ayame rugieron. Como un eco, las suyas contestaron. Daruu se dobló sobre sí mismo, y sin poder evitarlo, rio.
—Y ahora, ¿por qué no olvidamos un poco todo esto y nos vamos a comer algo? —sugirió—. Ahora mismo soportaría hasta las canciones de Kaniseba.
»Pero no comería pescado —añadió.