26/03/2018, 23:05
Dejó caer un leve suspiro, y terminó por encogerse de hombros.
GRRRRrrrrllllLLLRRR
De pronto, su estómago alzó la voz. El chico miró a su gemelo, casi sin saber qué decir. Las miradas bastaron para que Akane le dijese a Etsu que hasta su propio estómago le había traicionado, que debían comer algo antes de entablar algún tipo de enfrentamiento. El chico se llevó la mano a la cabeza, y frotó los pelos mientras sonreía.
—Está bien, está bien... jajajaja
»Pero después de comer, 50 flexiones y 100 sentadillas. De lo contrario, no hay trato. Hay que bajar la comida si queremos mostrar el Tekken en plenas condiciones.
Sin nada mas que añadir, ambos chicos comenzaron a pasear por las calles de la urbe. La verdad, mas que una urbe era casi que un poblado. Las casas no eran demasiado elaboradas, las calles apenas estaban asfaltadas, las viviendas estaban muy separadas las unas de las otras dando una extraña sensación de vacío... en fin, era algo que no se le hacía demasiado familiar. Para colmo, la eterna lluvia acompañaba en absoluto.
Al cabo de un rato, los gemelos fueron seducidos. Un olor de lo mas delicioso hizo de sus bocas agua. Sin poder resistirse, ambos pusieron marcha hacia el local, como abejas que se dirigen sin poder evitarlo hacia un panal. El susodicho estaba decorado de manera tradicional, cosa que no era de extrañar de un puesto de comida local en esa aldea. El chico ladeó un poco la cabeza, buscando otro punto de vista —como si fuese un can— y tras ello se llevó la mano hacia el mentón.
—Ostras... pues nunca lo hubiese imaginado con ésta pinta... la comida tiene un olor impresionante, ¿verdad? —sentenció mientras frotaba su barbilla.
Apenas habían 2 mesas en la terraza, que curiosamente estaban ocupadas; como si a los comensales ni les importase la que estaba cayendo... «Éstos tipos están locos...» pensó el Inuzuka mientras se dirigía hacia la puerta. Akane fue el primero en entrar, y tras éste entró Etsu. A resguardo de la lluvia, habían un total de cinco banquetas cercanas a la barra, así como cuatro mesas que estaban ocupadas en su mayoría. Un total de 3 familias estaban comiendo plácidamente, aunque alguna menos que otra a causa de unos rebeldes hijos que veían las croquetas como meros proyectiles para lanzar. De las banquetas quedaban 3 libres.
—¡Bueeeenas!
Con un enérgico saludo casi tan amplio como su sonrisa, el chico se dirigió hacia las banquetas, no muchos mas tarde que Akane. Su fiel can, estaba mas que ansioso por probar esa comida local.
GRRRRrrrrllllLLLRRR
De pronto, su estómago alzó la voz. El chico miró a su gemelo, casi sin saber qué decir. Las miradas bastaron para que Akane le dijese a Etsu que hasta su propio estómago le había traicionado, que debían comer algo antes de entablar algún tipo de enfrentamiento. El chico se llevó la mano a la cabeza, y frotó los pelos mientras sonreía.
—Está bien, está bien... jajajaja
»Pero después de comer, 50 flexiones y 100 sentadillas. De lo contrario, no hay trato. Hay que bajar la comida si queremos mostrar el Tekken en plenas condiciones.
Sin nada mas que añadir, ambos chicos comenzaron a pasear por las calles de la urbe. La verdad, mas que una urbe era casi que un poblado. Las casas no eran demasiado elaboradas, las calles apenas estaban asfaltadas, las viviendas estaban muy separadas las unas de las otras dando una extraña sensación de vacío... en fin, era algo que no se le hacía demasiado familiar. Para colmo, la eterna lluvia acompañaba en absoluto.
Al cabo de un rato, los gemelos fueron seducidos. Un olor de lo mas delicioso hizo de sus bocas agua. Sin poder resistirse, ambos pusieron marcha hacia el local, como abejas que se dirigen sin poder evitarlo hacia un panal. El susodicho estaba decorado de manera tradicional, cosa que no era de extrañar de un puesto de comida local en esa aldea. El chico ladeó un poco la cabeza, buscando otro punto de vista —como si fuese un can— y tras ello se llevó la mano hacia el mentón.
—Ostras... pues nunca lo hubiese imaginado con ésta pinta... la comida tiene un olor impresionante, ¿verdad? —sentenció mientras frotaba su barbilla.
Apenas habían 2 mesas en la terraza, que curiosamente estaban ocupadas; como si a los comensales ni les importase la que estaba cayendo... «Éstos tipos están locos...» pensó el Inuzuka mientras se dirigía hacia la puerta. Akane fue el primero en entrar, y tras éste entró Etsu. A resguardo de la lluvia, habían un total de cinco banquetas cercanas a la barra, así como cuatro mesas que estaban ocupadas en su mayoría. Un total de 3 familias estaban comiendo plácidamente, aunque alguna menos que otra a causa de unos rebeldes hijos que veían las croquetas como meros proyectiles para lanzar. De las banquetas quedaban 3 libres.
—¡Bueeeenas!
Con un enérgico saludo casi tan amplio como su sonrisa, el chico se dirigió hacia las banquetas, no muchos mas tarde que Akane. Su fiel can, estaba mas que ansioso por probar esa comida local.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~