31/03/2018, 17:30
Tras adentrarse en el lugar de donde provenía ese fantástico olor, y obviamente dar un enérgico saludo, el chico tomó asiento en la barra. A su vera, su gemelo realizó la misma acción, tomando como asiento la banqueta mas próxima. El mesero rió tras fardar de que en su local todo estaba buenísimo. Entre tanto, realizaba sus labores, guardando dinero en la caja y tirando en la basura algunos papelajos.
—Ni que lo digas, olía tremendamente bien desde casi la entrada de la aldea —aseguró el Inuzuka.
Sin prisa pero sin pausa, tanto él como su gemelo terminaron por quitarse la capucha del chubasquero, y tras ello tomaron una carta. Etsu comenzó a leerla en voz alta —no tan alta— para que su compañero canino entendiese qué había para comer. Obviamente, intentó no molestar al resto de comensales con su lectura, casi lo hizo en un susurro. Pasó desde arriba hasta abajo leyendo cada uno de los platos, así como de las bebidas.
—¿Ya sabes que querrás Akane?
Etsu preguntó a su hermano, y éste sin voz alguna contestó mirándolo. A veces, una mirada vale mas que mil palabras, en su caso era así casi siempre. El rastas dejó la carta sobre la barra de nuevo, y afirmó con un gesto seco afirmativo con la cabeza.
—Está bien.
El chico alzó la mano, buscando con la mirada al camarero —Disculpe.
»Cuando pueda, nos trae un par de ramen especial de la casa, un costillar con salsa de soja, tres raciones de patatas asadas, y dos refrescos de naranja; por favor.
—Ni que lo digas, olía tremendamente bien desde casi la entrada de la aldea —aseguró el Inuzuka.
Sin prisa pero sin pausa, tanto él como su gemelo terminaron por quitarse la capucha del chubasquero, y tras ello tomaron una carta. Etsu comenzó a leerla en voz alta —no tan alta— para que su compañero canino entendiese qué había para comer. Obviamente, intentó no molestar al resto de comensales con su lectura, casi lo hizo en un susurro. Pasó desde arriba hasta abajo leyendo cada uno de los platos, así como de las bebidas.
—¿Ya sabes que querrás Akane?
Etsu preguntó a su hermano, y éste sin voz alguna contestó mirándolo. A veces, una mirada vale mas que mil palabras, en su caso era así casi siempre. El rastas dejó la carta sobre la barra de nuevo, y afirmó con un gesto seco afirmativo con la cabeza.
—Está bien.
El chico alzó la mano, buscando con la mirada al camarero —Disculpe.
»Cuando pueda, nos trae un par de ramen especial de la casa, un costillar con salsa de soja, tres raciones de patatas asadas, y dos refrescos de naranja; por favor.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~