31/03/2018, 22:37
Tras la revelación tan esporádica del hombre, Karamaru no pudo ocultar su intriga ni un solo segundo. El cenobita rápidamete disparó la pregunta, preguntando de qué se trataba. Por otro lado, y no mucho mas lenta —aunque quizás algo desubicada— la chica se metió tanto en el papel, que hasta confundió las coartadas con la persona que literalmente los había plantado en el pueblo. La verdad, no hacía falta que lo hiciese así, o estaba muy metida en el papel, o bien estaba en otros asuntos...
—Pues, verán... —el hombre hizo caso omiso a lo último —la pequeña estaba gravemente enferma, se estaba muriendo. Los doctores no sabían qué tenía, pero afectaba a todos sus órganos, y dijeron que no le quedaba mucho mas que unos años de vida. Al menos, eso es lo que dicen el resto de padres, la verdad es que no estoy muy seguro... pero si es cierto que mi hija vino a casa llorando mas de una vez porque la había visto toser sangre.
El hombre se encogió de hombros, como si ya le resultase hasta difícil diferenciar entre los rumores y lo que era verdad. En éstos días, y más en un pueblo —donde los rumores se hacen mas fuerte que en cualquier otro lado— era realmente difícil saber cuando era un bulo y cuando era cierto.
—Puede que seamos un poco temerosos, pero los dichos, las costumbres, las supersticiones... todo eso forma parte de nuestro pueblo. No hay nadie que se atreva a ir a casa de la pequeña, y eso que todos conocemos donde vive. No sabemos si la pequeña a muerto, o simplemente está resfriada en casa...
A todo ésto, el conserje ya regresaba.
—Bueno, aquí está esa carta que os comentaba. La he conservado lo mejor que he podido, por si algún día servía de algo.
Y sin demora alguna, se la entregó al chico de cabellera ausente. La carta estaba guardada en un sobre, que obviamente había sido abierto pues estaba rasgado en toda la parte superior. Era un sobre común, sin nada escrito por fuera y sin decoro alguno; lisa y blanca. El interior del sobre no era ni mas ni menos que una mera carta, un folio escrito con bolígrafo negro, con una caligrafía que aunque estaba carente del trazo adecuado, se denotaba claramente de la tipografía de una chica pequeña.
—Pues, verán... —el hombre hizo caso omiso a lo último —la pequeña estaba gravemente enferma, se estaba muriendo. Los doctores no sabían qué tenía, pero afectaba a todos sus órganos, y dijeron que no le quedaba mucho mas que unos años de vida. Al menos, eso es lo que dicen el resto de padres, la verdad es que no estoy muy seguro... pero si es cierto que mi hija vino a casa llorando mas de una vez porque la había visto toser sangre.
El hombre se encogió de hombros, como si ya le resultase hasta difícil diferenciar entre los rumores y lo que era verdad. En éstos días, y más en un pueblo —donde los rumores se hacen mas fuerte que en cualquier otro lado— era realmente difícil saber cuando era un bulo y cuando era cierto.
—Puede que seamos un poco temerosos, pero los dichos, las costumbres, las supersticiones... todo eso forma parte de nuestro pueblo. No hay nadie que se atreva a ir a casa de la pequeña, y eso que todos conocemos donde vive. No sabemos si la pequeña a muerto, o simplemente está resfriada en casa...
A todo ésto, el conserje ya regresaba.
—Bueno, aquí está esa carta que os comentaba. La he conservado lo mejor que he podido, por si algún día servía de algo.
Y sin demora alguna, se la entregó al chico de cabellera ausente. La carta estaba guardada en un sobre, que obviamente había sido abierto pues estaba rasgado en toda la parte superior. Era un sobre común, sin nada escrito por fuera y sin decoro alguno; lisa y blanca. El interior del sobre no era ni mas ni menos que una mera carta, un folio escrito con bolígrafo negro, con una caligrafía que aunque estaba carente del trazo adecuado, se denotaba claramente de la tipografía de una chica pequeña.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~