5/04/2018, 00:28
Sus pasos le llevaron a unas playas al oeste de Amegakure. A pesar de ser decididos, también eran cautos. No era la primera vez que citaban a un miembro del equipo de tres en aquellas costas, y la última casi se torna en desgracia. Por eso cuando puso el primer pie en las arenas no pudo evitar dirigir la mirada a los acantilados del noroeste, semi-derruidos a manos de un médico muy enfadado. Entrecerró los ojos y posó los ojos en la diminuta figura que esperaba a lo lejos, de espaldas, con la gruesa capa de viaje ondeando al viento, y se preguntó, de hecho, si de verdad se trataría de Ayame o si alguno de esos dichosos Kajitsu Houzuki había sobrevivido.
Él también llevaba una capa de viaje, de hecho, iba encapuchado. Bajo aquél manto plateado prácticamente se deslizaba por la arena, acechando como una serpiente. Se plantó a unos diez metros del potencialmente desconocido huésped.
—¿Ayame? —dijo entonces, tratando de llamar su atención antes de acercarse más—. ¿Por qué me has citado tan lejos de Amegakure?
»¿Cuál es el ingrediente secreto de los bollitos de vainilla de mi madre? —añadió, de pronto, astuto—. Responde, extraño, o pensaré que has tratado de urdir una trampa contra mí.
Él también llevaba una capa de viaje, de hecho, iba encapuchado. Bajo aquél manto plateado prácticamente se deslizaba por la arena, acechando como una serpiente. Se plantó a unos diez metros del potencialmente desconocido huésped.
—¿Ayame? —dijo entonces, tratando de llamar su atención antes de acercarse más—. ¿Por qué me has citado tan lejos de Amegakure?
»¿Cuál es el ingrediente secreto de los bollitos de vainilla de mi madre? —añadió, de pronto, astuto—. Responde, extraño, o pensaré que has tratado de urdir una trampa contra mí.