7/04/2018, 17:01
—Treinta pares de…
Datsue se imaginó la estampa. Decenas y decenas de mujeres pasando un buen rato en los baños termales. Se imaginó a la familia entera de las Sakamoto, que por alguna inexplicable razón tenían todas una genética envidiable, como si hubiesen sido pinceladas por un experto mangaka hentai.
Uchiha Datsue tuvo una hemorragia nasal.
Uchiha Datsue cayó al suelo y creyó que iba a morir del disgusto. Él jamás tendría esos ojos. Nunca alcanzaría a vislumbrar semejante paraíso. Se hundió, depresivo, y, de no ser por el sueño del tesoro, quizá nunca hubiese reflotado.
Datsue no tardó mucho en comprobar que antes se dejaría las uñas a cavar dos metros de tierra. Pero no le dio tiempo a apartarse para que Daruu humedeciese el terreno con alguna técnica Suiton. Ni a pensar en un método mejor. Porque de pronto, se oyó una voz. Una voz que conocía muy bien.
Se le puso la piel de gallina, y sintió que un escalofrío recorría toda su espina dorsal. Sus ojos vieron lo último que deseaba ver en aquel momento: el Capitán. El hijoputa de la Ribera del Sur.
Daruu trató de despistarle, de atraer su atención, de ganar su confianza… Todo fue en vano. A grito pelado, el hombre les mandó quedarse quietos. Una orden que Datsue acató con rabia y frustración, pero que acató. Muy lentamente, como había pedido, hincó las rodillas al suelo.
Sus ojos, no obstante, brillaban con el color del Sharingan. Tan solo necesitaba un momento, una milésima de segundo. Tan solo necesitaba que sus miradas se cruzasen y lo tendría. El Uchiha le haría caer en un Genjutsu, en una ilusión que imitaría… la realidad. Con suerte, no se daría cuenta del engaño. Con suerte, no le ensartaría una de esas saetas en su corazón.
—Escucha, Capitán, nos necesitamos —dijo, tratando de ganar tiempo, mientras subía las manos a la nuca—. Tú tienes el tesoro, pero no un medio para salir, ¿me equivoco? —preguntó, esperanzado. Si el Genjutsu salía mal, era lo único con lo que podía negociar—. Nosotros sí.
Datsue se imaginó la estampa. Decenas y decenas de mujeres pasando un buen rato en los baños termales. Se imaginó a la familia entera de las Sakamoto, que por alguna inexplicable razón tenían todas una genética envidiable, como si hubiesen sido pinceladas por un experto mangaka hentai.
Uchiha Datsue tuvo una hemorragia nasal.
Uchiha Datsue cayó al suelo y creyó que iba a morir del disgusto. Él jamás tendría esos ojos. Nunca alcanzaría a vislumbrar semejante paraíso. Se hundió, depresivo, y, de no ser por el sueño del tesoro, quizá nunca hubiese reflotado.
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Datsue no tardó mucho en comprobar que antes se dejaría las uñas a cavar dos metros de tierra. Pero no le dio tiempo a apartarse para que Daruu humedeciese el terreno con alguna técnica Suiton. Ni a pensar en un método mejor. Porque de pronto, se oyó una voz. Una voz que conocía muy bien.
Se le puso la piel de gallina, y sintió que un escalofrío recorría toda su espina dorsal. Sus ojos vieron lo último que deseaba ver en aquel momento: el Capitán. El hijoputa de la Ribera del Sur.
Daruu trató de despistarle, de atraer su atención, de ganar su confianza… Todo fue en vano. A grito pelado, el hombre les mandó quedarse quietos. Una orden que Datsue acató con rabia y frustración, pero que acató. Muy lentamente, como había pedido, hincó las rodillas al suelo.
Sus ojos, no obstante, brillaban con el color del Sharingan. Tan solo necesitaba un momento, una milésima de segundo. Tan solo necesitaba que sus miradas se cruzasen y lo tendría. El Uchiha le haría caer en un Genjutsu, en una ilusión que imitaría… la realidad. Con suerte, no se daría cuenta del engaño. Con suerte, no le ensartaría una de esas saetas en su corazón.
—Escucha, Capitán, nos necesitamos —dijo, tratando de ganar tiempo, mientras subía las manos a la nuca—. Tú tienes el tesoro, pero no un medio para salir, ¿me equivoco? —preguntó, esperanzado. Si el Genjutsu salía mal, era lo único con lo que podía negociar—. Nosotros sí.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado