9/04/2018, 15:28
—Si. Lo escucho —asintió su compañero, y a Ayame le pareció percibir un deje de temblor en su voz. Sin embargo, el Chūnin, haciendo gala de un valor que Ayame estaba muy lejos de sentir, arrancó a andar hacia el cuarto de baño—. No perdamos tiempo, Ayame.
No hacía falta que se lo dijera dos veces, ella ya se había pegado prácticamente a su espalda para no quedarse sola en aquel pasillo maldito, manteniendo en alto su tembloroso brazo, lo suficiente como para alumbrar el camino con su linterna.
Mogura se detuvo enfrente de la puerta y llamó con sus nudillos dos veces.
—¿Quién está ahí?
Pero nadie respondió a su llamada. Lo único que se escuchaban eran aquellos espeluznantes lloriqueos desde su interior. Y entonces a Ayame le dio un vuelco el corazón.
—¡Mogura-senpai! —le llamó, con insistentes toques en el brazo. Para cuando se volviera hacia ella, Ayame estaba pálida como la cera, y sus ojos aterrados iban y venían desde el rostro del chico hasta la puerta del baño—. ¿Y...? ¿Y si...? ¿Y si...? —balbuceaba, con un hilo de voz—. ¿Y si es Hanako-san...?
No hacía falta que se lo dijera dos veces, ella ya se había pegado prácticamente a su espalda para no quedarse sola en aquel pasillo maldito, manteniendo en alto su tembloroso brazo, lo suficiente como para alumbrar el camino con su linterna.
Mogura se detuvo enfrente de la puerta y llamó con sus nudillos dos veces.
—¿Quién está ahí?
Pero nadie respondió a su llamada. Lo único que se escuchaban eran aquellos espeluznantes lloriqueos desde su interior. Y entonces a Ayame le dio un vuelco el corazón.
—¡Mogura-senpai! —le llamó, con insistentes toques en el brazo. Para cuando se volviera hacia ella, Ayame estaba pálida como la cera, y sus ojos aterrados iban y venían desde el rostro del chico hasta la puerta del baño—. ¿Y...? ¿Y si...? ¿Y si...? —balbuceaba, con un hilo de voz—. ¿Y si es Hanako-san...?