9/04/2018, 19:21
—¡Pues yo mismo, amigo! ¡Bienvenido!
Yemi Sin Yemas saludó con la energía que al parecer le caracterizaba a su recién llegado cliente. Akame observó la escena en silencio, tomándose especial interés en observar dos detalles de aquel muchacho. Primero, el parche que cubría su ojo derecho; y segundo, la bandana de Amegakure que llevaba consigo. «No es de extrañar, en realidad. Está en su casa... Aunque sí es curioso lo del parche. Parece joven, ¿será un genin?» pensó el Uchiha antes de recordarse que él era el ejemplo perfecto de que medir rangos ninja por la edad no siempre salía bien.
Akame volvió a su cartucho de pescado rebozado con papas cuando de repente la voz del shinobi de la Lluvia le sacó de sus pensamientos. Alzó la vista para clavarla en el único ojo del muchacho, de color turquesa, cuyo brillo parecía haberse apagado mucho tiempo atrás. El Uchiha lanzó una mirada distraída a su alrededor antes de contestar.
—Cómo no —su voz sonaba distante pero calmada—. Uchiha Akame, de Uzushiogakure.
En ese justo momento una tercera persona hizo aparición en la escena. El jōnin le dedicó una mirada fugaz; se trataba de una muchacha joven, de cabello rubio y ojos claros, que lucía también la placa identificativa de la Lluvia. «¿Habrán venido juntos?» Akame llevaba allí un buen rato y ni una sola alma se había asomado por el lugar; entonces, de repente, dos ninjas de Ame aparecían casi al unísono. «La casualidad, supongo...»
Yemi Sin Yemas, por su parte, atendió a la muchacha rubia con la misma intensidad.
—¡Bienvenida, bienvenida! —después de que el chico del parche en el ojo le dejara con dos palmos de narices, el cocinero parecía querer emplearse a fondo en no perder a su recién llegada cliente—. Marchando un cartucho de pescado rebozado y patatas fritas, cargado hasta arriba. ¡Le garantizo que no probará otro igual, kunoichi-san!
Con aquellas, Yemi se dio media vuelta y se puso manos a la obra.
—¿No viene contigo? —preguntó Akame al chico del parche.
Yemi Sin Yemas saludó con la energía que al parecer le caracterizaba a su recién llegado cliente. Akame observó la escena en silencio, tomándose especial interés en observar dos detalles de aquel muchacho. Primero, el parche que cubría su ojo derecho; y segundo, la bandana de Amegakure que llevaba consigo. «No es de extrañar, en realidad. Está en su casa... Aunque sí es curioso lo del parche. Parece joven, ¿será un genin?» pensó el Uchiha antes de recordarse que él era el ejemplo perfecto de que medir rangos ninja por la edad no siempre salía bien.
Akame volvió a su cartucho de pescado rebozado con papas cuando de repente la voz del shinobi de la Lluvia le sacó de sus pensamientos. Alzó la vista para clavarla en el único ojo del muchacho, de color turquesa, cuyo brillo parecía haberse apagado mucho tiempo atrás. El Uchiha lanzó una mirada distraída a su alrededor antes de contestar.
—Cómo no —su voz sonaba distante pero calmada—. Uchiha Akame, de Uzushiogakure.
En ese justo momento una tercera persona hizo aparición en la escena. El jōnin le dedicó una mirada fugaz; se trataba de una muchacha joven, de cabello rubio y ojos claros, que lucía también la placa identificativa de la Lluvia. «¿Habrán venido juntos?» Akame llevaba allí un buen rato y ni una sola alma se había asomado por el lugar; entonces, de repente, dos ninjas de Ame aparecían casi al unísono. «La casualidad, supongo...»
Yemi Sin Yemas, por su parte, atendió a la muchacha rubia con la misma intensidad.
—¡Bienvenida, bienvenida! —después de que el chico del parche en el ojo le dejara con dos palmos de narices, el cocinero parecía querer emplearse a fondo en no perder a su recién llegada cliente—. Marchando un cartucho de pescado rebozado y patatas fritas, cargado hasta arriba. ¡Le garantizo que no probará otro igual, kunoichi-san!
Con aquellas, Yemi se dio media vuelta y se puso manos a la obra.
—¿No viene contigo? —preguntó Akame al chico del parche.