9/04/2018, 22:07
—Perfecto— Se limitó a responder ante el plan del par.
El humo si bien estaba compuesto por materia vegetal, era lo suficientemente intenso para causarles problemas al respirar, sin contar la poca visibilidad que tenían disponibles. Tal y cómo era de temer, el pueblo empezaba a ser devorado por el calor. Sin embargo, sus habitantes no estaban dispuestos a dejar que su lugar de origen fuera consumido sin dar pelea. El can shinobi no tardaría en dar con varias personas corriendo de un lado a otro, mientras los gritos de auxilio parecían interminables.
—¡Vamos, necesitamos más agua!— Se pudo escuchar la voz de un hombre maduro, dándoles órdenes a varios más. Los granjeros y padres de familia habían tomado baldes para sacar agua del río a toda prisa, pasando las cubetas de mano a mano con el fin de sofocar las llamas, aunque sin demasiado éxito. —¡Más rápido, más rápido!— Vociferaba, aunque se vio interrumpido por una sonora tos que le atacó.
—¡Hikashi, los niños se han quedado atrapados dentro del granero!— Llegó a decirle un hombre cuyo rostro estaba negro por las cenizas.
—¿QUÉ?— El sujeto no se lo pensó dos veces y de inmediato se lanzó de regreso al pueblo, desapareciendo su figura entre el danzante color naranja.
—¡Alto NO!— Quiso detenerle el sujeto polvoriento, pero fue inútil. —Un segundo— Por un instante se volteó y pudo divisar con suma dificultad a Akane. —Muchacho, ¿qué estás haciendo?— El pobre hombre no podía distinguir si era una cara conocida o no, pero antes de poder averiguarlo empezó a toser a tal punto que cayó de rodillas al suelo.
El humo si bien estaba compuesto por materia vegetal, era lo suficientemente intenso para causarles problemas al respirar, sin contar la poca visibilidad que tenían disponibles. Tal y cómo era de temer, el pueblo empezaba a ser devorado por el calor. Sin embargo, sus habitantes no estaban dispuestos a dejar que su lugar de origen fuera consumido sin dar pelea. El can shinobi no tardaría en dar con varias personas corriendo de un lado a otro, mientras los gritos de auxilio parecían interminables.
—¡Vamos, necesitamos más agua!— Se pudo escuchar la voz de un hombre maduro, dándoles órdenes a varios más. Los granjeros y padres de familia habían tomado baldes para sacar agua del río a toda prisa, pasando las cubetas de mano a mano con el fin de sofocar las llamas, aunque sin demasiado éxito. —¡Más rápido, más rápido!— Vociferaba, aunque se vio interrumpido por una sonora tos que le atacó.
—¡Hikashi, los niños se han quedado atrapados dentro del granero!— Llegó a decirle un hombre cuyo rostro estaba negro por las cenizas.
—¿QUÉ?— El sujeto no se lo pensó dos veces y de inmediato se lanzó de regreso al pueblo, desapareciendo su figura entre el danzante color naranja.
—¡Alto NO!— Quiso detenerle el sujeto polvoriento, pero fue inútil. —Un segundo— Por un instante se volteó y pudo divisar con suma dificultad a Akane. —Muchacho, ¿qué estás haciendo?— El pobre hombre no podía distinguir si era una cara conocida o no, pero antes de poder averiguarlo empezó a toser a tal punto que cayó de rodillas al suelo.