11/04/2018, 17:42
La ira dio paso a un profundo abatimiento que se manifestó de una forma tan clara como el agua. Era como si a Daruu le hubiesen pulsado un botón en la espalda, y se hubiese apagado lentamente, como uno de esos muñecos que vendían en el Distrito Comercial de Amegakure, y que bailaban hasta que les quitabas la batería hidroeléctrica. Primero, desactivó el Byakugan. Sus ojos perdieron parte de brillo. Luego, dejó caer los brazos, que arrastraron a los hombros. Para cuando Datsue se disculpó, el amejin era un trapo que alguien había dejado tirado en el suelo de una vieja taberna de Shinogi-To.
—¿Unas... cebollas? —balbuceó, sin comprender.
Datsue rio y le dio la vuelta a la situación. Los ojos del Hyūga recorrieron la botella, y el líquido que contenía, que de pronto se le había hecho apetecible. La sed no ayudaba. Se levantó lacónicamente, de acercó a Datsue, le arrebató la botella de las manos, y rebuscó en su portaobjetos.
—¿Sabes qué, Datsue? ¿Sabes qué? —Sonrió con un tinte macabro—. Tienes razón. ¡Tienes razón! Que le follen. A él, a su tesoro, ¡a ti también, y a mí, qué pelotas, por qué no! ¡Bebámosnos la puta botella entera!
«Ayame no aprobaría esto.»
El muchacho se acercó a una de las paredes de la cueva, se sentó, y reveló un senbon con el que hizo palanca para desencorchar la botella.
—Ahh, más a gusto que un arbusto. —Se echó la botella a los labios y pegó un buen trago. La garganta le ardió como si acabase de comerse un puto Gōkakyō no Jutsu, pero aún así...
»¡Ahh, más fresco que un refresco! —anunció—. ¡Ven aquí, compañero! ¡Disfrutemos de este pequeño momento!
«Pero Ayame no está aquí...»
Daruu bailaba, dando saltitos por la cueva como una colegiala en el día del baile anual de la escuela.
—¡UEEEIVA! ¡MÁSH PEDO QUE UN TORRRRPEEDOOOO!
—¿Unas... cebollas? —balbuceó, sin comprender.
Datsue rio y le dio la vuelta a la situación. Los ojos del Hyūga recorrieron la botella, y el líquido que contenía, que de pronto se le había hecho apetecible. La sed no ayudaba. Se levantó lacónicamente, de acercó a Datsue, le arrebató la botella de las manos, y rebuscó en su portaobjetos.
—¿Sabes qué, Datsue? ¿Sabes qué? —Sonrió con un tinte macabro—. Tienes razón. ¡Tienes razón! Que le follen. A él, a su tesoro, ¡a ti también, y a mí, qué pelotas, por qué no! ¡Bebámosnos la puta botella entera!
«Ayame no aprobaría esto.»
El muchacho se acercó a una de las paredes de la cueva, se sentó, y reveló un senbon con el que hizo palanca para desencorchar la botella.
—Ahh, más a gusto que un arbusto. —Se echó la botella a los labios y pegó un buen trago. La garganta le ardió como si acabase de comerse un puto Gōkakyō no Jutsu, pero aún así...
»¡Ahh, más fresco que un refresco! —anunció—. ¡Ven aquí, compañero! ¡Disfrutemos de este pequeño momento!
«Pero Ayame no está aquí...»
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Daruu bailaba, dando saltitos por la cueva como una colegiala en el día del baile anual de la escuela.
—¡UEEEIVA! ¡MÁSH PEDO QUE UN TORRRRPEEDOOOO!