12/04/2018, 10:02
Pero Daruu no se dejaba acorralar. Imitándola, él también empezó a caminar en dirección opuesta a la suya, manteniendo siempre una distancia prudencial con Ayame. Allí, sobre la arena embarrada de la playa y con el susurro contenido de las olas de fondo, eran como dos lobos que se esutidaban minuciosamente antes de saltar sobre el uno sobre el otro.
«No me deja acercarme.» Reparó Ayame, frunciendo ligeramente el ceño.
—Me alegro, ¿sabes? De verdad —respondió él de repente con una risilla, logrando desconcertarla momentáneamente. Aunque enseguida el gesto de su rostro retornó a la seriedad anterior—. Ayame. Es importante que no vuelvas a ceder al control del Gobi. Eso es lo realmente importante. Más que sorprender a tu padre.
Él detuvo sus pasos. Ella le imitó.
—Lo sabes, ¿verdad?
Pero ella tardó algunos segundos en responder.
—Lo sé... —contestó al cabo de varios segundos, con el rostro sombrío—. Afortunadamente, no he vuelto a escuchar su voz.
«Aunque sí le he visto en sueños...» Completó en su fuero interno, con un repentino estremecimiento cuando sintió un ligero escozor entre los omóplatos.
Ayame respiró hondo y volvió a clavar sus pupilas en Daruu, en su pareja, en su compañero de equipo, en su mejor amigo... En su oponente y rival.
«Pues si no me dejas acercarme...»
Lanzó repentinamente el puño contra el suelo y cerró los ojos. La bomba de luz que aún llevaba en su mano estalló al fin, desatando un repentino fogonazo de luz que, en aquella ocasión, esperaba haber pillado desprevenido al Hyūga. Pero Ayame no perdió el tiempo ni siquiera en abrir los ojos. Abrió su mano izquierda y desplegó el arco que llevaba sujeto a su antebrazo mientras su mano derecha buscaba en su espalda una flecha y la colocaba rápidamente en la cuerda y la tensaba. Un chasquido de lengua, y el eco del sonido le reveló la posición de su objetivo. Disparó. Y la flecha salió despedida, surcando el aire directa hacia su hombro derecho.
Y, por si acaso algo salía mal o Daruu llegaba a moverse en el último momento, volvió a repetir el mismo proceso con una nueva flecha, utilizando su ecolocalización como apoyo, y esta vez apuntando a sus pierna.
«No me deja acercarme.» Reparó Ayame, frunciendo ligeramente el ceño.
—Me alegro, ¿sabes? De verdad —respondió él de repente con una risilla, logrando desconcertarla momentáneamente. Aunque enseguida el gesto de su rostro retornó a la seriedad anterior—. Ayame. Es importante que no vuelvas a ceder al control del Gobi. Eso es lo realmente importante. Más que sorprender a tu padre.
Él detuvo sus pasos. Ella le imitó.
—Lo sabes, ¿verdad?
Pero ella tardó algunos segundos en responder.
«Cuando flaquee, en cuanto baje la guardia, allí estaré para escurrirme entre los hierros y para abrir el jarrón de carne y hueso que me oprime.
—Lo sé... —contestó al cabo de varios segundos, con el rostro sombrío—. Afortunadamente, no he vuelto a escuchar su voz.
«Aunque sí le he visto en sueños...» Completó en su fuero interno, con un repentino estremecimiento cuando sintió un ligero escozor entre los omóplatos.
«Volveremos a vernos, no hay duda...»
Ayame respiró hondo y volvió a clavar sus pupilas en Daruu, en su pareja, en su compañero de equipo, en su mejor amigo... En su oponente y rival.
«Pues si no me dejas acercarme...»
Lanzó repentinamente el puño contra el suelo y cerró los ojos. La bomba de luz que aún llevaba en su mano estalló al fin, desatando un repentino fogonazo de luz que, en aquella ocasión, esperaba haber pillado desprevenido al Hyūga. Pero Ayame no perdió el tiempo ni siquiera en abrir los ojos. Abrió su mano izquierda y desplegó el arco que llevaba sujeto a su antebrazo mientras su mano derecha buscaba en su espalda una flecha y la colocaba rápidamente en la cuerda y la tensaba. Un chasquido de lengua, y el eco del sonido le reveló la posición de su objetivo. Disparó. Y la flecha salió despedida, surcando el aire directa hacia su hombro derecho.
Y, por si acaso algo salía mal o Daruu llegaba a moverse en el último momento, volvió a repetir el mismo proceso con una nueva flecha, utilizando su ecolocalización como apoyo, y esta vez apuntando a sus pierna.