13/04/2018, 23:10
—¿Está aquí? —preguntó la voz de una mujer desde fuera de la puerta. Se oyeron los quejidos inproductivos de dos enfermeras y de un psicólogo, que intentaban impedirle el paso. Después, un par de golpes, unos lamentos incomprensibles, y la puerta abriéndose de par en par.
Zetsuo estaba de pie frente a su hijo, analizando con el rostro severo y tratando de ver más allá. No había ojos a través de los cuales pudiera leer. Las respuestas no estaban allí.
Kiroe avanzó a dos zancadas, sin dejar de mirar a su hijo. Aguantó un sollozo intermitente, y sin previo aviso, se abalanzó sobre Zetsuo en un abrazo al que ninguna de las señales de la historia podrían haber apuntado.
—¿Por qué tiene que pasarme esto a mí...? ¿Por qué tiene que pasarle esto a él...? —Se limpió las lágrimas con la manga, y se separó del hombre. Sus iris púrpuras se cruzaron con el aguamarina del águila, y la mujer olvidó las barreras y le dejó entrar en su cabeza.
Zetsuo supo lo que le iba a decir antes de que pronunciase las palabras.
—No importa cómo lo hagas. Pero quiero que le transplantes mis ojos. Hazlo.
Zetsuo estaba de pie frente a su hijo, analizando con el rostro severo y tratando de ver más allá. No había ojos a través de los cuales pudiera leer. Las respuestas no estaban allí.
Kiroe avanzó a dos zancadas, sin dejar de mirar a su hijo. Aguantó un sollozo intermitente, y sin previo aviso, se abalanzó sobre Zetsuo en un abrazo al que ninguna de las señales de la historia podrían haber apuntado.
—¿Por qué tiene que pasarme esto a mí...? ¿Por qué tiene que pasarle esto a él...? —Se limpió las lágrimas con la manga, y se separó del hombre. Sus iris púrpuras se cruzaron con el aguamarina del águila, y la mujer olvidó las barreras y le dejó entrar en su cabeza.
Zetsuo supo lo que le iba a decir antes de que pronunciase las palabras.
—No importa cómo lo hagas. Pero quiero que le transplantes mis ojos. Hazlo.