25/08/2015, 00:43
Ese día Ichiro había salido a recorrer los confines del país de la tormenta, le gustaba recorrer las fronteras, el clima y el follaje eran muy cambiados al que comúnmente se encontraba en la villa. El joven, caminaba por los senderos, casi olvidados por su poco uso. El desnivel, el deterioro, charcos y hierbas que invadían el camino indicaba que había sido poco transitado.
Atrás dejaba la lluvia y el clima se tornaba agradable por cada paso que daba el inquebrantable ninja, a pesar de su corta edad, este ya era una genin de su aldea, que aunque, conservara algunos rasgos infantiles se podía defender de quien lo amedrentara.
El joven que zigzagueaba entre el país de la tormenta y el país del bosque sin saberlo, portaba una mochila muy básica, y un mapa de colores claros, bien detallado, pero sin indicar bien el contorno de las regiones. Hasta que un follaje de verdes y marrones llamo su atención, las aves daban una serenata mientras el golpe del agua de algún rio cercano acompañaba el relajante sonido. Ichiro se vio zambullido en una sensación de paz placentera y profunda, respiraba con ganas el olor a bambú, que casi lo saboreaba como si estuviera comiendo algo.
Tras abrir los ojos luego de haberlos cerrado por algunos segundos para apreciar completamente aquel panorama, se encaminó hacia él, casi dormitando, atraído por el bienestar de aquél lugar.
El viento hacia bailar a los bambúes que se encontraban a los costados del sendero, su fricción los hacia tronar como puertas poco aceitadas. El tronar de ramas que se encontraban en el suelo con cada pisada del joven era su única compañía. La luz atravesaba completamente el bosque, Ichiro podía apreciar cada casa, o templo que apareciese en su vista. A pesar de que la mayoría parecía vacía, se negó y descarto la idea de entrar a uno de ellos sin autorización, aunque poseía una corta edad, el muchacho tenía un gran respeto por la religión y las religiones ajenas, tratando de no faltar el respeto a ningún dios.
Sin cruzarse con nadie, el genin poco a poco iba perdiendo las esperanzas de encontrarse con alguien. La poca información que brindaba el mapa le daba cierta inseguridad con seguir adentrándose en aquel palacio de madera, a todo esto, en la encrucijada de saber si volver o no, pudo advertir la presencia de un muchacho, parado sobre una escalera. Alcanzo a visualizar que era de cabellos oscuros y portaba una ropa bastante tradicional. Continuación intento llamarle la atención. – Hey monje!. – exclamo, mientras levantaba la mano en forma de saludo.
Los pájaros aledaños que también escucharon el grito del joven, batieron sus alas aterrorizados y salieron volando del lugar. Las ranas que croaban al parecer también lo habían escuchado, pero estas solo se habían detenido por unos segundos, mientras retomaban su canto otra vez.
En realidad, no sabia si era un monje, lo había deducido únicamente juzgando sus ropajes y por encontrarlo en un lugar lleno de monasterios.
Atrás dejaba la lluvia y el clima se tornaba agradable por cada paso que daba el inquebrantable ninja, a pesar de su corta edad, este ya era una genin de su aldea, que aunque, conservara algunos rasgos infantiles se podía defender de quien lo amedrentara.
El joven que zigzagueaba entre el país de la tormenta y el país del bosque sin saberlo, portaba una mochila muy básica, y un mapa de colores claros, bien detallado, pero sin indicar bien el contorno de las regiones. Hasta que un follaje de verdes y marrones llamo su atención, las aves daban una serenata mientras el golpe del agua de algún rio cercano acompañaba el relajante sonido. Ichiro se vio zambullido en una sensación de paz placentera y profunda, respiraba con ganas el olor a bambú, que casi lo saboreaba como si estuviera comiendo algo.
Tras abrir los ojos luego de haberlos cerrado por algunos segundos para apreciar completamente aquel panorama, se encaminó hacia él, casi dormitando, atraído por el bienestar de aquél lugar.
El viento hacia bailar a los bambúes que se encontraban a los costados del sendero, su fricción los hacia tronar como puertas poco aceitadas. El tronar de ramas que se encontraban en el suelo con cada pisada del joven era su única compañía. La luz atravesaba completamente el bosque, Ichiro podía apreciar cada casa, o templo que apareciese en su vista. A pesar de que la mayoría parecía vacía, se negó y descarto la idea de entrar a uno de ellos sin autorización, aunque poseía una corta edad, el muchacho tenía un gran respeto por la religión y las religiones ajenas, tratando de no faltar el respeto a ningún dios.
Sin cruzarse con nadie, el genin poco a poco iba perdiendo las esperanzas de encontrarse con alguien. La poca información que brindaba el mapa le daba cierta inseguridad con seguir adentrándose en aquel palacio de madera, a todo esto, en la encrucijada de saber si volver o no, pudo advertir la presencia de un muchacho, parado sobre una escalera. Alcanzo a visualizar que era de cabellos oscuros y portaba una ropa bastante tradicional. Continuación intento llamarle la atención. – Hey monje!. – exclamo, mientras levantaba la mano en forma de saludo.
Los pájaros aledaños que también escucharon el grito del joven, batieron sus alas aterrorizados y salieron volando del lugar. Las ranas que croaban al parecer también lo habían escuchado, pero estas solo se habían detenido por unos segundos, mientras retomaban su canto otra vez.
En realidad, no sabia si era un monje, lo había deducido únicamente juzgando sus ropajes y por encontrarlo en un lugar lleno de monasterios.