16/04/2018, 11:32
Nadie más que Riko había escuchado lo que fuera que hubiese escuchado. Aquella afirmación era de todo menos alentadora, y durante un momento Ayame se preguntó si no se estarían volviendo todos locos a causa de aquella casa maldita.
—Yo tampoco he oído eso, pero necesito que me escuchéis un segundo… —intrevino de repente Jin, con rostro extremadamente grave. Se había apoyado en la pared del baño y parecía bastante debilitado. No tanto como la última vez que le había visto antes de aparecer en el cuarto de baño, pero débil a fin de cuentas—. Yo no estoy bien… desde que entre aquí, en esta casa, cada cierto tiempo, mi cuerpo necesita… Maíz. En ese estado, no puedo controlarme y si veo maíz me lo comeré todo, hasta el ultimo grano. También pierdo las fuerzas, y las ganas de vivir o de hacer nada… antes, incluso he tenido alucinaciones, los tres, vosotros, os veías como deliciosas mazorcas de maíz gigantes.
Ayame torció ligeramente el gesto. ¿Que los había visto como mazorcas gigantes parlantes? Aquello escapaba a su total comprensión, pero lo que estaba describiendo coincidía a todos rasgos con el síndrome de abstinencia de un drogadicto... o de una adicción.
—No entiendo muy bien que me esta pasando, pero… Necesito maíz otra vez, lo necesito ahora.
Un recuerdo fugaz cruzó la mente de Ayame. Un recuerdo que en su momento desdeñó por creerlo innecesario para su misión de salir de aquella mansión con vida, pero que ahora parecía encajar como una de las piezas de aquel extraño puzzle. Abrió la boca para intervenir, pero Riko la interrumpió:
—¡Chicos, vamos al piso de abajo! ¡Vamos!
—¡Esper...! —exclamó la muchacha, alzando el brazo para detenerle, pero el chico ya se había precipitado escaleras abajo. Suspiró, terriblemente agotada—. Lo último que debemos hacer es separarnos... pero...
Se volvió hacia Jin y Juro.
—Juro-san, acompaña a Riko-san, por favor. Yo acompañaré a Jin-san a la cocina. Creo recordar haber visto antes algo de maíz allí, y, si lo que dice es cierto, no podemos dejar que vuelva a decaer de nuevo... Luego os alcanzaremos y saldremos de aquí.
—Yo tampoco he oído eso, pero necesito que me escuchéis un segundo… —intrevino de repente Jin, con rostro extremadamente grave. Se había apoyado en la pared del baño y parecía bastante debilitado. No tanto como la última vez que le había visto antes de aparecer en el cuarto de baño, pero débil a fin de cuentas—. Yo no estoy bien… desde que entre aquí, en esta casa, cada cierto tiempo, mi cuerpo necesita… Maíz. En ese estado, no puedo controlarme y si veo maíz me lo comeré todo, hasta el ultimo grano. También pierdo las fuerzas, y las ganas de vivir o de hacer nada… antes, incluso he tenido alucinaciones, los tres, vosotros, os veías como deliciosas mazorcas de maíz gigantes.
Ayame torció ligeramente el gesto. ¿Que los había visto como mazorcas gigantes parlantes? Aquello escapaba a su total comprensión, pero lo que estaba describiendo coincidía a todos rasgos con el síndrome de abstinencia de un drogadicto... o de una adicción.
—No entiendo muy bien que me esta pasando, pero… Necesito maíz otra vez, lo necesito ahora.
Un recuerdo fugaz cruzó la mente de Ayame. Un recuerdo que en su momento desdeñó por creerlo innecesario para su misión de salir de aquella mansión con vida, pero que ahora parecía encajar como una de las piezas de aquel extraño puzzle. Abrió la boca para intervenir, pero Riko la interrumpió:
—¡Chicos, vamos al piso de abajo! ¡Vamos!
—¡Esper...! —exclamó la muchacha, alzando el brazo para detenerle, pero el chico ya se había precipitado escaleras abajo. Suspiró, terriblemente agotada—. Lo último que debemos hacer es separarnos... pero...
Se volvió hacia Jin y Juro.
—Juro-san, acompaña a Riko-san, por favor. Yo acompañaré a Jin-san a la cocina. Creo recordar haber visto antes algo de maíz allí, y, si lo que dice es cierto, no podemos dejar que vuelva a decaer de nuevo... Luego os alcanzaremos y saldremos de aquí.