18/04/2018, 10:53
(Última modificación: 18/04/2018, 10:54 por Amedama Daruu.)
Yui comprobó con una sonrisa de satisfacción como Ayame retrocedía, atemorizada, hacia la pared más cercana. Ella le siguió, manteniendo una de sus wakizashi apuntando al suelo y la otra apuntándole al rostro. La mantuvo a apenas unos centímetros de su rostro.
—¿¡Quién se va a postrar ante quién, hija de puta!? —dijo—. Ah, claro, ahora te arrepientes, lo entiendo... ¡Si no fueras la jinchuuriki, me habría asegurado de rematarte! —Lanzó las espadas a ambos lados, cerró el puño y echó el brazo hacia atrás...
—¡Arashikage-sama! ¡Deténgase, por favor!
—¿Huh? —La mujer se detuvo y se dio la vuelta, lentamente—. ¿Cuántos genin insolentes vas a arrastrar hacia mi despacho, Mogura? ¡Estás haciéndome perder la paciencia! ¡El próximo en perder la cabeza quizás serás tú!
—¡Esto no puede ser obra de Aotsuki Ayame!
—¿Ah, no? ¿Ah, no? —dijo, con tonito irónico—. ¿Y entonces de quién, eh? ¿¡Entonces de quién!? Quizás la señorita jinchuuriki se cree invencible, ¿eh? ¿Quizás quería cobrarse una pequeña ventajita traviesa por aquella vez que preguntó sobre el chakra natural y yo me enfadé con ella?
»¡Ahora, discúlpate como es debido y póstrate ante mi, o me aseguraré de que te saquen el bicho de dentro y de matarte con mis propias manos! —gritó, señalándole el suelo—. Y te lo advierto. Una sola insolencia, como esa imbécil de Aiko, y acabarás en el fondo del lago como ella!
Suspiró y se llevó las manos a la cabeza.
—Si es que en el fondo soy benevolente y todo. ¡Vamos!
—¿¡Quién se va a postrar ante quién, hija de puta!? —dijo—. Ah, claro, ahora te arrepientes, lo entiendo... ¡Si no fueras la jinchuuriki, me habría asegurado de rematarte! —Lanzó las espadas a ambos lados, cerró el puño y echó el brazo hacia atrás...
—¡Arashikage-sama! ¡Deténgase, por favor!
—¿Huh? —La mujer se detuvo y se dio la vuelta, lentamente—. ¿Cuántos genin insolentes vas a arrastrar hacia mi despacho, Mogura? ¡Estás haciéndome perder la paciencia! ¡El próximo en perder la cabeza quizás serás tú!
—¡Esto no puede ser obra de Aotsuki Ayame!
—¿Ah, no? ¿Ah, no? —dijo, con tonito irónico—. ¿Y entonces de quién, eh? ¿¡Entonces de quién!? Quizás la señorita jinchuuriki se cree invencible, ¿eh? ¿Quizás quería cobrarse una pequeña ventajita traviesa por aquella vez que preguntó sobre el chakra natural y yo me enfadé con ella?
»¡Ahora, discúlpate como es debido y póstrate ante mi, o me aseguraré de que te saquen el bicho de dentro y de matarte con mis propias manos! —gritó, señalándole el suelo—. Y te lo advierto. Una sola insolencia, como esa imbécil de Aiko, y acabarás en el fondo del lago como ella!
Suspiró y se llevó las manos a la cabeza.
—Si es que en el fondo soy benevolente y todo. ¡Vamos!