25/04/2018, 00:12
—Me temo que si nuestras Villas se enfrentan poco podremos hacer —dijo, y a Datsue le alegró intuir que había un tono triste en sus palabras—. Salvo, quizá, no... ¿matarnos si no es necesario? Sería agradable.
—¡Exacto! —exclamó con júbilo, señalándole con un dedo—¡A eso me refiero, joder! Sería agradable cuánto menos, Daruu, ¡cuánto menos! —«Y quien dice enfrentarse por las Villas, dice enfrentarse por la venganza hacia una mujer».
Le alegraba descubrir que Daruu era diplomático, razonable y justo. Quizá, si algún remoto día ataba cabos y descubría que había sido él el responsable de todo, todavía quedase esperanza. Esperanza de que no le partiese la boca nada más verle.
—Como sea, eres el último que querría tener como enemigo. Por cierto...
»Si lo dices por lo que acabo de decir de las muertes, si quieres luego, cuando estemos sentados en una hoguera comiéndonos una buena pieza (y bebiendo agua de esos cocos, que ya podría ser hidromiel), te lo cuento.
Pues ahora que lo decía, algo sí tenía que ver. Entre otras pocas cosas. Un par, para ser concretos.
—Pues estaría guay —reconoció. Datsue nunca se negaría a escuchar una buena historia al calor de una hoguera y con un buen trozo de carne a la brasa entre sus manos.
Entonces, de pronto, Daruu le sobresaltó. Acababa de ver algo con aquellos ojos suyos. No un jabalí, sino dos. El estómago de Datsue rugió con fuerza, y la boca se le hizo agua. Impaciente, y cojeando ligeramente por el dolor de cadera que todavía le perseguía, el Uchiha siguió a su compañero hasta la copa de un árbol.
Allí los vio, en un claro del bosque, totalmente ignorantes de su presencia.
—Nos hubiera venido bien coger la ballesta —murmuró, con la vista centrada en los dos animales. ¿Cuál sería la mejor estrategia a seguir? Pasaba de lanzarle ningún katonazo, o sello explosivo, porque quería comérselo tierno y no chamuscado—. ¿Tienes alguna técnica con la que rematar a uno sin jodernos al mismo tiempo la comida? Yo creo que podría atraerlos… Y sino… —Datsue no terminó la frase. Prefería el plan A al B. De lejos.
—¡Exacto! —exclamó con júbilo, señalándole con un dedo—¡A eso me refiero, joder! Sería agradable cuánto menos, Daruu, ¡cuánto menos! —«Y quien dice enfrentarse por las Villas, dice enfrentarse por la venganza hacia una mujer».
Le alegraba descubrir que Daruu era diplomático, razonable y justo. Quizá, si algún remoto día ataba cabos y descubría que había sido él el responsable de todo, todavía quedase esperanza. Esperanza de que no le partiese la boca nada más verle.
—Como sea, eres el último que querría tener como enemigo. Por cierto...
»Si lo dices por lo que acabo de decir de las muertes, si quieres luego, cuando estemos sentados en una hoguera comiéndonos una buena pieza (y bebiendo agua de esos cocos, que ya podría ser hidromiel), te lo cuento.
Pues ahora que lo decía, algo sí tenía que ver. Entre otras pocas cosas. Un par, para ser concretos.
—Pues estaría guay —reconoció. Datsue nunca se negaría a escuchar una buena historia al calor de una hoguera y con un buen trozo de carne a la brasa entre sus manos.
Entonces, de pronto, Daruu le sobresaltó. Acababa de ver algo con aquellos ojos suyos. No un jabalí, sino dos. El estómago de Datsue rugió con fuerza, y la boca se le hizo agua. Impaciente, y cojeando ligeramente por el dolor de cadera que todavía le perseguía, el Uchiha siguió a su compañero hasta la copa de un árbol.
Allí los vio, en un claro del bosque, totalmente ignorantes de su presencia.
—Nos hubiera venido bien coger la ballesta —murmuró, con la vista centrada en los dos animales. ¿Cuál sería la mejor estrategia a seguir? Pasaba de lanzarle ningún katonazo, o sello explosivo, porque quería comérselo tierno y no chamuscado—. ¿Tienes alguna técnica con la que rematar a uno sin jodernos al mismo tiempo la comida? Yo creo que podría atraerlos… Y sino… —Datsue no terminó la frase. Prefería el plan A al B. De lejos.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado