25/04/2018, 11:20
Le vio salir de la nube de humo. Una sombra apenas visible que recortaba las distancias con ella a toda velocidad.
«¡Vamos...! ¡Vamos...!»
Sus manos formularon el último sello; el sello de la serpiente, apenas un instante después de que Amedama Daruu se plantara frente a ella con sus violáceos ojos chispeantes de emoción contenida. La mano derecha del muchacho formuló un extraño sello y desde su manga brotó súbitamente la hoja de una katana que descargó sobre ella. El filo cayó sobre ella en diagonal, desde su hombro izquierdo hasta su cintura derecha. Ayame esbozó un profundo gesto de dolor, justo antes de que sus labios se curvaran en una tenue sonrisa.
Una nube de humo la envolvió y, apenas unos instantes después...
Ayame seguía estando allí.
Hasta que estalló en agua.
Agua que se arremolinó rápidamente hasta formar un taladro de punta roma que, aprovechando la escasa distancia que los separaba, buscó acertar el torso de Daruu.
Y es que, a varios metros por detrás de él, donde instantes antes había estado la nube de humo, Ayame resollaba tirada en el suelo de espaldas con una sonrisa triste en el rostro y las manos entrelazadas en el sello del tigre.
—Maldita... sea... Lo he... vuelto... a hacer...
«¡Vamos...! ¡Vamos...!»
Sus manos formularon el último sello; el sello de la serpiente, apenas un instante después de que Amedama Daruu se plantara frente a ella con sus violáceos ojos chispeantes de emoción contenida. La mano derecha del muchacho formuló un extraño sello y desde su manga brotó súbitamente la hoja de una katana que descargó sobre ella. El filo cayó sobre ella en diagonal, desde su hombro izquierdo hasta su cintura derecha. Ayame esbozó un profundo gesto de dolor, justo antes de que sus labios se curvaran en una tenue sonrisa.
¡PUF!
Una nube de humo la envolvió y, apenas unos instantes después...
Ayame seguía estando allí.
Hasta que estalló en agua.
Agua que se arremolinó rápidamente hasta formar un taladro de punta roma que, aprovechando la escasa distancia que los separaba, buscó acertar el torso de Daruu.
Y es que, a varios metros por detrás de él, donde instantes antes había estado la nube de humo, Ayame resollaba tirada en el suelo de espaldas con una sonrisa triste en el rostro y las manos entrelazadas en el sello del tigre.
—Maldita... sea... Lo he... vuelto... a hacer...