29/04/2018, 20:45
Akame alzó una ceja, curioso, cuando vio a la kunoichi de cabellos rubios ponerse en pie con el sello del Carnero formado perfectamente en una de sus manos. «¿Qué hace?» Ni siquiera llegó a advertir la fina mariposa de puro chakra que había volado desde los linderos de Reika hasta colocarse en la espalda de una de las mujeres.
Claro, aquella técnica tenía un rango demasiado corto como para espiar a las matonas desde tan lejos, pero aun así la Yamanaka pudo escuchar algunas palabras antes de que su mariposa se deshiciese por salir del alcance máximo del jutsu.
«¿Qué cojones se ha creído este hijo de puta? El jefe se va a poner hecho una fiera» —la voz de la mujer con el pelo rapado resonó en la cabeza de Reika—. «Meh, ¿de verdad ha traído a ese ninja para que le ayude? Yemi-san, Yemi-san... Te has vuelto demasiado atrevido» —una carcajada por parte de la otra—. «Habrá que enseñarle modales...»
Mientras, junto al puesto de pescado, Kagetsuna se deshacía en palabras para con el cocinero. Éste pareció acobardarse al principio, sus ojos siguiendo la punta del kunai que le amenazaba de cerca. Pero cuando el de Ame terminó su perorata, Yemi Sin Yemas le contestó de la misma forma exageradamente dramática.
—¡Pero de qué hablas! ¿Vienes aquí sin tener ni idea de nada y te crees que vas a salvarnos a todos? —dijo el cocinero, con lágrimas en los ojos—. Tal vez piensas que me has hecho un favor, ¡pues no! Ahora se han ido pero mañana yo seguiré aquí, y mi negocio también. No vas a ser tú el que sufra las consecuencias...
Entonces Yemi Sin Yemas se dejó caer sobre un taburete de madera que había tras la barra y se llevó las manos a la cara, abatido. Tras aquel gesto Kagetsuna pudo ver claramente el por qué de su apodo; las yemas de los dedos del cocinero estaban lisas como papel de pergamino.
Por su parte, Akame se puso en pie para responder a la petición de la kunoichi rubia.
—Bueno, esto parece más bien un asunto de los ninjas de la Lluvia... Pero supongo que no pasa nada por echar una mano. Como gesto de buena voluntad entre nuestras Aldeas —agregó, sonriendo—. Aunque algo me dice que nuestro amigo no quiere ser ayudado, precisamente...
—¡Mi negocio está acabado! El Trucho Torcido jamás me perdonará... ¡Y todo por tu culpa! —se puso en pie, señalando a Kagetsuna.
Claro, aquella técnica tenía un rango demasiado corto como para espiar a las matonas desde tan lejos, pero aun así la Yamanaka pudo escuchar algunas palabras antes de que su mariposa se deshiciese por salir del alcance máximo del jutsu.
«¿Qué cojones se ha creído este hijo de puta? El jefe se va a poner hecho una fiera» —la voz de la mujer con el pelo rapado resonó en la cabeza de Reika—. «Meh, ¿de verdad ha traído a ese ninja para que le ayude? Yemi-san, Yemi-san... Te has vuelto demasiado atrevido» —una carcajada por parte de la otra—. «Habrá que enseñarle modales...»
Mientras, junto al puesto de pescado, Kagetsuna se deshacía en palabras para con el cocinero. Éste pareció acobardarse al principio, sus ojos siguiendo la punta del kunai que le amenazaba de cerca. Pero cuando el de Ame terminó su perorata, Yemi Sin Yemas le contestó de la misma forma exageradamente dramática.
—¡Pero de qué hablas! ¿Vienes aquí sin tener ni idea de nada y te crees que vas a salvarnos a todos? —dijo el cocinero, con lágrimas en los ojos—. Tal vez piensas que me has hecho un favor, ¡pues no! Ahora se han ido pero mañana yo seguiré aquí, y mi negocio también. No vas a ser tú el que sufra las consecuencias...
Entonces Yemi Sin Yemas se dejó caer sobre un taburete de madera que había tras la barra y se llevó las manos a la cara, abatido. Tras aquel gesto Kagetsuna pudo ver claramente el por qué de su apodo; las yemas de los dedos del cocinero estaban lisas como papel de pergamino.
Por su parte, Akame se puso en pie para responder a la petición de la kunoichi rubia.
—Bueno, esto parece más bien un asunto de los ninjas de la Lluvia... Pero supongo que no pasa nada por echar una mano. Como gesto de buena voluntad entre nuestras Aldeas —agregó, sonriendo—. Aunque algo me dice que nuestro amigo no quiere ser ayudado, precisamente...
—¡Mi negocio está acabado! El Trucho Torcido jamás me perdonará... ¡Y todo por tu culpa! —se puso en pie, señalando a Kagetsuna.