30/04/2018, 19:02
En la academia, buena parte de la enseñanza son libros. Sin embargo, muchos quizás dejarán de lado ese parte del entrenamiento en cuanto abandonen la vieja casa de estudios. Sin embargo, existe un arte que quizás requiera mucha más teoría que práctica. Para el Isa, queda muy claro que el rendimiento requiere alta concentración y paciencia. Algo que quizás le parecería complejo a algunos, para él siempre resulto atractivo, aunque al igual que con las otras disciplinas, las dejó a un lado por la vagancia.
"Pero nunca es tarde." Pensaba mientras caminaba bajo la lluvia, con un libro envuelto en plástico para evitar que se mojara.
Su destino era uno: La biblioteca de Amegakure. Era el mejor lugar para dedicarse a leer sin que su hermana quisiera fastidiarle el día. Además, el libro que llevaba entre los brazos se trataba en realidad de unos apuntes de su padre que se había robado aprovechando la ausencia del mismo. Ya ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que estuvo por más de tres días en la aldea, puesto que salía de misión a cada rato y por temporadas largas. Con la ausencia de vigilancia paternal, su único obstáculo era los regaños de la hermana. Pero ojos que no ven, corazón que no siente.
Una vez entrando en el edifico pidió algunos textos adicionales sobre técnicas de sellado. No esperaba que las mil maravillas estuviesen en aquellos pergaminos, pues ilógico sería que estuvieran ta expuestas al público. Sin embargo, sabía que aunque sea el contenido simple sería útil para complementar sus estudios.
Se sentó en una mesa y sacó los apuntes, los cuales estaban escritos aparentemente sin coherencia. "Joder, el viejo es más precavido de lo que esperaba." Se rascó la nuca, pero no dudó en extender los otros pergaminos para ponerse a trabajar. Ahí podría vérselo sentado, rodeado de varios textos y fórmulas con símbolos extraños inconexos para quién no supiera del tema.
"Pero nunca es tarde." Pensaba mientras caminaba bajo la lluvia, con un libro envuelto en plástico para evitar que se mojara.
Su destino era uno: La biblioteca de Amegakure. Era el mejor lugar para dedicarse a leer sin que su hermana quisiera fastidiarle el día. Además, el libro que llevaba entre los brazos se trataba en realidad de unos apuntes de su padre que se había robado aprovechando la ausencia del mismo. Ya ni siquiera recordaba cuando fue la última vez que estuvo por más de tres días en la aldea, puesto que salía de misión a cada rato y por temporadas largas. Con la ausencia de vigilancia paternal, su único obstáculo era los regaños de la hermana. Pero ojos que no ven, corazón que no siente.
Una vez entrando en el edifico pidió algunos textos adicionales sobre técnicas de sellado. No esperaba que las mil maravillas estuviesen en aquellos pergaminos, pues ilógico sería que estuvieran ta expuestas al público. Sin embargo, sabía que aunque sea el contenido simple sería útil para complementar sus estudios.
Se sentó en una mesa y sacó los apuntes, los cuales estaban escritos aparentemente sin coherencia. "Joder, el viejo es más precavido de lo que esperaba." Se rascó la nuca, pero no dudó en extender los otros pergaminos para ponerse a trabajar. Ahí podría vérselo sentado, rodeado de varios textos y fórmulas con símbolos extraños inconexos para quién no supiera del tema.