27/08/2015, 05:15
Era un día particularmente aburrido en Uzushio, o al menos esa era la impresión que le daba al joven de piel morena.
Habían pasado varios días desde su acto de graduación, por lo que ya no tenía que ir regularmente a la academia. Aquello se sentía extraño, el no tener encima el ajetreo de ir a clases, contar con abundante de tiempo libre.
Aunque recién era que reparaba en aquello, pues durante sus últimos ratos libres estuvo bastante ocupado.
Cual investigador policial, se puso tras la pista de los tres principales buscapleitos de la academia. Los típicos pendencieros, que empujaban a los débiles en un charco y que le robaban el dinero para el almuerzo a los estudiosos. Esos que creían ser muy malos cuando tenía el poder ventaja y la ventaja.
El mundo siempre ha estado y estará lleno de gente así, y Kazuma sabia que es imposible castigarlos a todos. Sin embargo a estos tres los tenía al alcance de sus manos. Kido, Momoshiro y Shibō eran los nombres en su lista.
Teniendo mucho cautela y poca piedad, los cazo a todos, uno por uno, con el fin de darles una lección sobre que les deparaba la vida a los busca pleitos que caían en sus manos. No porque él se creyera la justicia o algo similar, si no porque alguien tenía que hacerlo y ademas porque era gratificante.
Bien sabia que un día lo emboscarían con intención de romperle la piernas, pues ese el destino de los que actúan como héroes justicieros. Pero estaba consciente de que ese día no se arrepentiría, o al menos esperaba no arrepentirse.
Sin embargo aquello ya era pasado, y como por el momento todos los nombres en su lista negra se encontraban tachados, pensó que lo mejor era salir de la mansión y caminar un poco por la aldea. Pues siempre le ponía de buenas recorrer las calles.
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El festival de primavera que se realizaba en el jardín de los cerezos se encontraba cercano, por lo que la mayoría de los puestos en el distrito artesanal ya habrían comenzado a vender mercancía nueva y llamativa.
La sola idea emocionaba al joven, aunque quizás no tanto a los comerciantes. Puesto que en aquel sitio era conocido por bombardear a los vendedores con cientos de preguntas extraña sobre la historia y características de los objetos, todo para que en la mayoría de la ocasiones perdiera el interés y se retirara.
En aquella tediosa visita a los puestos, el ojosgrises se encontraba buscando algo en particular. Se trataba de un adorno en extremo raro. Una versión bonsái de un árbol de cerezo en flor, hecho en metal y porcelana. Algo muy adecuado para la festividad por venir.
Después de caminar un rato, reconoció a uno de los tenderos. Se trataba de un hombre de aspecto “fino” y acento gracioso. En general era un dolor de cabeza negociar con él, ya que era un verdadero truhán a la hora de verle la cara a la gente con la mercancía. Pero si tenias un poco de conocimiento y rudeza, te atendería bien, al menos a regañadientes.
«Aquel sujeto quizás sepa donde conseguir lo que busco»
Mientras se acercaba al tenderete pudo ver como el hombre desviaba la mirada y torcía el gesto.
«Oh vamos, si aun no le he preguntado nada» —pensó mientras sonreía.
Pero rápidamente se dio cuenta de que el gesto no había sido a causa de él, pues el tendero se encontraba discutiendo con otra persona. Era un chico un poco más alto, de piel clara y cabello carmesí.
Dentro de la aldea de la espiral aquellos rasgos te hacían pensar automáticamente en un Uzumaki. Pues estaban por toda la aldea y vistos de lejos todos parecían iguales. Aunque según su experiencia, eran gente de alcurnia, por lo que era raro verlos discutiendo en plena calle.
Kazuma decidió acercarse, mas para curiosear que para calmar la situación. Aunque sin duda el deber de un Shinobi seria ayudar a mantener el orden, o al menos era lo que siempre había escuchado decir a Shiona en sus visitas a la academia.
—¿Venga que ha pasado? —Dijo interrumpiendo—, ¿No me diga que ha hecho cabrear a otro cliente? Así jamás se venderá bien su mercancía —aseguro, mientras le sonreía al mercader.
Habían pasado varios días desde su acto de graduación, por lo que ya no tenía que ir regularmente a la academia. Aquello se sentía extraño, el no tener encima el ajetreo de ir a clases, contar con abundante de tiempo libre.
Aunque recién era que reparaba en aquello, pues durante sus últimos ratos libres estuvo bastante ocupado.
Cual investigador policial, se puso tras la pista de los tres principales buscapleitos de la academia. Los típicos pendencieros, que empujaban a los débiles en un charco y que le robaban el dinero para el almuerzo a los estudiosos. Esos que creían ser muy malos cuando tenía el poder ventaja y la ventaja.
El mundo siempre ha estado y estará lleno de gente así, y Kazuma sabia que es imposible castigarlos a todos. Sin embargo a estos tres los tenía al alcance de sus manos. Kido, Momoshiro y Shibō eran los nombres en su lista.
Teniendo mucho cautela y poca piedad, los cazo a todos, uno por uno, con el fin de darles una lección sobre que les deparaba la vida a los busca pleitos que caían en sus manos. No porque él se creyera la justicia o algo similar, si no porque alguien tenía que hacerlo y ademas porque era gratificante.
Bien sabia que un día lo emboscarían con intención de romperle la piernas, pues ese el destino de los que actúan como héroes justicieros. Pero estaba consciente de que ese día no se arrepentiría, o al menos esperaba no arrepentirse.
Sin embargo aquello ya era pasado, y como por el momento todos los nombres en su lista negra se encontraban tachados, pensó que lo mejor era salir de la mansión y caminar un poco por la aldea. Pues siempre le ponía de buenas recorrer las calles.
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El festival de primavera que se realizaba en el jardín de los cerezos se encontraba cercano, por lo que la mayoría de los puestos en el distrito artesanal ya habrían comenzado a vender mercancía nueva y llamativa.
La sola idea emocionaba al joven, aunque quizás no tanto a los comerciantes. Puesto que en aquel sitio era conocido por bombardear a los vendedores con cientos de preguntas extraña sobre la historia y características de los objetos, todo para que en la mayoría de la ocasiones perdiera el interés y se retirara.
En aquella tediosa visita a los puestos, el ojosgrises se encontraba buscando algo en particular. Se trataba de un adorno en extremo raro. Una versión bonsái de un árbol de cerezo en flor, hecho en metal y porcelana. Algo muy adecuado para la festividad por venir.
Después de caminar un rato, reconoció a uno de los tenderos. Se trataba de un hombre de aspecto “fino” y acento gracioso. En general era un dolor de cabeza negociar con él, ya que era un verdadero truhán a la hora de verle la cara a la gente con la mercancía. Pero si tenias un poco de conocimiento y rudeza, te atendería bien, al menos a regañadientes.
«Aquel sujeto quizás sepa donde conseguir lo que busco»
Mientras se acercaba al tenderete pudo ver como el hombre desviaba la mirada y torcía el gesto.
«Oh vamos, si aun no le he preguntado nada» —pensó mientras sonreía.
Pero rápidamente se dio cuenta de que el gesto no había sido a causa de él, pues el tendero se encontraba discutiendo con otra persona. Era un chico un poco más alto, de piel clara y cabello carmesí.
Dentro de la aldea de la espiral aquellos rasgos te hacían pensar automáticamente en un Uzumaki. Pues estaban por toda la aldea y vistos de lejos todos parecían iguales. Aunque según su experiencia, eran gente de alcurnia, por lo que era raro verlos discutiendo en plena calle.
Kazuma decidió acercarse, mas para curiosear que para calmar la situación. Aunque sin duda el deber de un Shinobi seria ayudar a mantener el orden, o al menos era lo que siempre había escuchado decir a Shiona en sus visitas a la academia.
—¿Venga que ha pasado? —Dijo interrumpiendo—, ¿No me diga que ha hecho cabrear a otro cliente? Así jamás se venderá bien su mercancía —aseguro, mientras le sonreía al mercader.