2/05/2018, 02:09
Adentro era igual que por fuera, es decir, de madera y con estilo sencillo.
Pese a la humildad del lugar, el ambiente era bastante agradable. Había decorados con cuadros pintados a mano, los cuales evocaban distintos paisajes del País del Fuego. El ambiente estaba aromatizado con inciensos relajantes de dulce olor, incluso era posible ver algunas macetas con plantas tropicales traídas del País de la Hierba. La iluminación no era muy lujosa, sólo eran algunas lámparas con armazón metálico que colgaban del techo. No era un lugar pretencioso, sino que más bien aspiraba a ser un ambiente familiar y acogedor para todos aquellos que quisieran visitarlo.
El mueble de la recepción estaba precedido por un tapete circular con colores vivos, a los lados de la misma había una mesita de vidrio con tocones de madera que fungían cómo improvisadas sillas. Detrás del mueble atendía una muchacha joven, vestida con un uniforme sencillo y no muy maquillada.
Todo era muy amigable a tal, sin contar con la ausencia total de ruido. Era muy lindo, pero algo no terminaba de convencer al tuerto. "Cómo que faltaría algo de música para animar el ambiente." El de cabellos bicolor inspeccionó cada rincón del lugar. Mientras oteaba, otro par de shinobis iban entrando al lugar. "Bueno, no seré la única alma en pena que duerma aquí." meditó.
—!Bienvenidos!— Se escuchó la voz de un hombre hacer eco en el sitio. No pasaron ni dos segundos cuando un hombre se asomó detrás de una cortina. —Mi nombre es Madarame Miyagi, gerente del resort Frescura de la Laguna— Era un hombre joven vestido con un tacuche negro, siendo de este mismo color sus ojos y su cabello. —Esperamos que su visita sea agradable. Acá mi querida Yurisa estará encantada de ayudarles en lo que necesiten— El hombre presentó a la muchacha mientras ella sonreía y saludaba con la mano desde atrás.
El Senju volteó a ver a los dos recién llegados. El que tenía la bandana en el brazo era de Kusagakure, pero el otro no le quedaba muy claro debido a que el pelo no ayudaba a distinguir el símbolo precisamente. Podría pensar incluso que venían juntos, pero prefería ahorrarse los análisis para cosas más importantes.
Pese a la humildad del lugar, el ambiente era bastante agradable. Había decorados con cuadros pintados a mano, los cuales evocaban distintos paisajes del País del Fuego. El ambiente estaba aromatizado con inciensos relajantes de dulce olor, incluso era posible ver algunas macetas con plantas tropicales traídas del País de la Hierba. La iluminación no era muy lujosa, sólo eran algunas lámparas con armazón metálico que colgaban del techo. No era un lugar pretencioso, sino que más bien aspiraba a ser un ambiente familiar y acogedor para todos aquellos que quisieran visitarlo.
El mueble de la recepción estaba precedido por un tapete circular con colores vivos, a los lados de la misma había una mesita de vidrio con tocones de madera que fungían cómo improvisadas sillas. Detrás del mueble atendía una muchacha joven, vestida con un uniforme sencillo y no muy maquillada.
Todo era muy amigable a tal, sin contar con la ausencia total de ruido. Era muy lindo, pero algo no terminaba de convencer al tuerto. "Cómo que faltaría algo de música para animar el ambiente." El de cabellos bicolor inspeccionó cada rincón del lugar. Mientras oteaba, otro par de shinobis iban entrando al lugar. "Bueno, no seré la única alma en pena que duerma aquí." meditó.
—!Bienvenidos!— Se escuchó la voz de un hombre hacer eco en el sitio. No pasaron ni dos segundos cuando un hombre se asomó detrás de una cortina. —Mi nombre es Madarame Miyagi, gerente del resort Frescura de la Laguna— Era un hombre joven vestido con un tacuche negro, siendo de este mismo color sus ojos y su cabello. —Esperamos que su visita sea agradable. Acá mi querida Yurisa estará encantada de ayudarles en lo que necesiten— El hombre presentó a la muchacha mientras ella sonreía y saludaba con la mano desde atrás.
El Senju volteó a ver a los dos recién llegados. El que tenía la bandana en el brazo era de Kusagakure, pero el otro no le quedaba muy claro debido a que el pelo no ayudaba a distinguir el símbolo precisamente. Podría pensar incluso que venían juntos, pero prefería ahorrarse los análisis para cosas más importantes.