Aguas calientes

[Uchiha Datsue]

—Entonces... ¿Lo mataste?

La mirada de Datsue se endureció, y dejó que el silencio hablase por él. «Qué curioso… He llegado a tal extremo que hasta callando miento».

Keisuke, por otra parte, no estaba allí por motivos profesionales. O eso decía él, y Datsue le creía. Siempre se le había dado bien identificar las mentiras —después de todo, él trataba de perfeccionarlas a toda hora—, y más cuando tenía el Sharingan activado. Porque, no, el Uchiha no había desactivado su dōjutsu una vez finalizado el combate.

Su conversación, no obstante, pronto se vio interrumpida por el dueño del local. Keisuke se apresuró a excusarse en la inocencia de sus actos, levantándose al instante, al igual que Datsue, y realizando una reverencia como disculpa.

El dueño no pareció ablandarse con las disculpas, aunque tras un rato mirándoles en un silencio sepulcral, dijo:

—Tienes que fortalecer esos hombros y esa raquítica espalda —aconsejó a Keisuke, aunque por el tono de su voz más parecía una orden—. ¡No puede ser que no puedas sujetar una simple kodachi a una mano! Y tú… —esta vez era el turno de Datsue—. Contigo no sé ni por dónde empezar. ¡Tú juego de pies es de risa!

Nunca una crítica le había sentado tan mal. Pero, ¿quién se creía aquel hombre?