9/05/2018, 00:25
Tras la breve actuación del Inuzuka —aunque para Etsu fue una espera casi interminable— el camarero terminó por aparecer, portando consigo un par de platos digno del mejor de los comensales. El olor a curry golpeó súbitamente su hocico, haciendo que fuera irremediable que sus filosos ojos se hincaran en el plato recién servido. A todo ésto, Akane había ayudado al pobre hombre, que apenas podía sostener el par de platos.
—¡HIAAAA! —sus ojos brillaron, mas que dos farolas a vista de un borracho que no llega a casa por navidad —¡...es ...es ...precioso!
Apenas estuvo colocado el plato frente al chico, éste tomó los palillos y atacó sin pudor alguno. Su presa... inmóvil ante su mirada de cazador, sus afiladas garras, y sus feroces fauces... no podía hacer mas que quedar atónita, petrificada, congelada. Akane lo observaba desde el flanco izquierdo, aún intentando comprender porqué hacía tanto drama de un mero almuerzo.
—¡TE TENGO! —bramó cuando sus palillos tomaron el primer trozo de carne.
El chico alzó los palillos, mostrando su presa al resto de comensales, o a saber a quién... —¡QUE APROVECHEEEEE!
Y tras anunciar la sentencia de muerte, llevó a su presa a rastras por el patíbulo exageradamente largo y de color verde, aquella milla tan difícil de recorrer. Sin embargo, el chico liberó su alma con toda prisa, haciendo de éste pasillo tan dantesco algo menos que una visita expresa a lomos del tren doble de madera.
Akane, a su vera, tan solo dejó caer un suspiro, una mirada de desdén hacia su hermano, y terminó por comer con total tranquilidad...
Etsu, dispuesto a dar la segunda tacada, alzó de nuevo los palillos. Sus ojos aún brillaban, tanto que casi derrochaban la emoción que sentía. Lanzó los palillos. Tocó con éstos el plato. De pronto, silencio.
La puerta se abrió, y en su umbral lucían un par de figuras, los —seguramente— causantes del propio golpe en la madera. Se trataba de un tipo alto, muy alto, delgado como él solo y de tez blanca como el marfil. El hombre, de cabellera oscura y recogida en un poco ornamentado moño alto, lucía un elegante kimono azul, así como unas tabi de tono similar. Al lado diestro de su cinto, tenía un par de katanas, unas armas que sin duda también lucían elegantes y caras. En su rostro, cicatrizado por todas partes, no se podía divisar una cara de demasiados amigos.
Con cara de tantos o menos amigos como los del tipo alto, a su vera vigilaba la retaguardia un tipo de similitud anatómica, aunque algo menos alto. Éste tenía aun mas cicatrices, hasta en el rostro poseía más de éstas, sin embargo éste tipo levaba ropas menos lujosas. Tenía un kimono, aunque se trataba de unos simple y de color marrón. En su fajín no llevaba arma alguna, pero en su diestra portaba una lanza casi tan alta como él mismo, con una punta afilada y reluciente. Su cabellera era color aguacate, desmelenada y salvaje.
No solo Etsu y Akane, si no que casi todo el sitio quedarían mirando a éstos curiosos comensales, si es que se trataba de eso...
El de cabellera azabache adelantó un primer paso, y con ello el ambiente no hizo mas que tomar un tenso aún mas impactante. Su mirada, su presencia, sus armas. No cabía duda, era un tipo que atraía las miradas, y seguramente nunca para bien.
—¡Al fin te encuentro, desgraciado! —escupió el tipo.
La mirada de Etsu de nuevo buscó su plato, como si pasase del asunto. Sabía de quienes se trataba, y la verdad, le importaba poco que le hubiesen encontrado, mas que poco... le importaba un bledo. Akane imitó a su hermano, y continuó comiendo con tranquilidad.
—¡ENANO! ¡MIRAME CUANDO TE HABLO!
Etsu dejó caer un suspiro, y terminó por dejar los palillos sobre el plato, sostenidos en el borde del mismo —No pienso ir con vosotros, me da igual lo que el abuelo os haya dicho...
El chico quiso darse la vuelta para continuar con su plato, pero el tipo que alzaba la voz no tenía intención alguna de volver sobre sus pasos, al menos no con el rabo entre las piernas. En un rápido gesto, desenfundó la katana y la antepuso entre ambos.
—Criajo malcriado... —masculló entre dientes —vas a aprender a respetar a tus mayores.
Todo parecía sentenciado a una pelea, pero Etsu... éste parecía no querer hacer caso a la gravedad del asunto.
—¿Qué vas a hacer...? ¿cortarme?
—¡HIAAAA! —sus ojos brillaron, mas que dos farolas a vista de un borracho que no llega a casa por navidad —¡...es ...es ...precioso!
Apenas estuvo colocado el plato frente al chico, éste tomó los palillos y atacó sin pudor alguno. Su presa... inmóvil ante su mirada de cazador, sus afiladas garras, y sus feroces fauces... no podía hacer mas que quedar atónita, petrificada, congelada. Akane lo observaba desde el flanco izquierdo, aún intentando comprender porqué hacía tanto drama de un mero almuerzo.
—¡TE TENGO! —bramó cuando sus palillos tomaron el primer trozo de carne.
El chico alzó los palillos, mostrando su presa al resto de comensales, o a saber a quién... —¡QUE APROVECHEEEEE!
Y tras anunciar la sentencia de muerte, llevó a su presa a rastras por el patíbulo exageradamente largo y de color verde, aquella milla tan difícil de recorrer. Sin embargo, el chico liberó su alma con toda prisa, haciendo de éste pasillo tan dantesco algo menos que una visita expresa a lomos del tren doble de madera.
Akane, a su vera, tan solo dejó caer un suspiro, una mirada de desdén hacia su hermano, y terminó por comer con total tranquilidad...
Etsu, dispuesto a dar la segunda tacada, alzó de nuevo los palillos. Sus ojos aún brillaban, tanto que casi derrochaban la emoción que sentía. Lanzó los palillos. Tocó con éstos el plato. De pronto, silencio.
¡TAP!
La puerta se abrió, y en su umbral lucían un par de figuras, los —seguramente— causantes del propio golpe en la madera. Se trataba de un tipo alto, muy alto, delgado como él solo y de tez blanca como el marfil. El hombre, de cabellera oscura y recogida en un poco ornamentado moño alto, lucía un elegante kimono azul, así como unas tabi de tono similar. Al lado diestro de su cinto, tenía un par de katanas, unas armas que sin duda también lucían elegantes y caras. En su rostro, cicatrizado por todas partes, no se podía divisar una cara de demasiados amigos.
Con cara de tantos o menos amigos como los del tipo alto, a su vera vigilaba la retaguardia un tipo de similitud anatómica, aunque algo menos alto. Éste tenía aun mas cicatrices, hasta en el rostro poseía más de éstas, sin embargo éste tipo levaba ropas menos lujosas. Tenía un kimono, aunque se trataba de unos simple y de color marrón. En su fajín no llevaba arma alguna, pero en su diestra portaba una lanza casi tan alta como él mismo, con una punta afilada y reluciente. Su cabellera era color aguacate, desmelenada y salvaje.
No solo Etsu y Akane, si no que casi todo el sitio quedarían mirando a éstos curiosos comensales, si es que se trataba de eso...
El de cabellera azabache adelantó un primer paso, y con ello el ambiente no hizo mas que tomar un tenso aún mas impactante. Su mirada, su presencia, sus armas. No cabía duda, era un tipo que atraía las miradas, y seguramente nunca para bien.
—¡Al fin te encuentro, desgraciado! —escupió el tipo.
La mirada de Etsu de nuevo buscó su plato, como si pasase del asunto. Sabía de quienes se trataba, y la verdad, le importaba poco que le hubiesen encontrado, mas que poco... le importaba un bledo. Akane imitó a su hermano, y continuó comiendo con tranquilidad.
—¡ENANO! ¡MIRAME CUANDO TE HABLO!
Etsu dejó caer un suspiro, y terminó por dejar los palillos sobre el plato, sostenidos en el borde del mismo —No pienso ir con vosotros, me da igual lo que el abuelo os haya dicho...
El chico quiso darse la vuelta para continuar con su plato, pero el tipo que alzaba la voz no tenía intención alguna de volver sobre sus pasos, al menos no con el rabo entre las piernas. En un rápido gesto, desenfundó la katana y la antepuso entre ambos.
—Criajo malcriado... —masculló entre dientes —vas a aprender a respetar a tus mayores.
Todo parecía sentenciado a una pelea, pero Etsu... éste parecía no querer hacer caso a la gravedad del asunto.
—¿Qué vas a hacer...? ¿cortarme?
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~