10/05/2018, 23:01
(Última modificación: 10/05/2018, 23:02 por Aotsuki Ayame.)
—Patrón, ha sido un gustazo verle. Salúdeme a Kori-kun, ¿ok? ¡Adiós! —se despidió Kaido, y Zetsuo entrecerró peligrosamente los ojos al percibir la descuidada forma con la que se había referido a él y al Jōnin.
Ayame, que se había quedado paralizada de terror junto a él al percibir el peligro, no tardó en agarrar del brazo a El Tiburón y lo arrastró entre largas zancadas hacia el ascensor.
—N... ¡Nos vamos! ¡Hasta luego, papá! —exclamó, forzando a sus labios a formar una sonrisa que se vio tan tensa como la cuerda de un arco.
Minutos después, los dos Hōzuki caminaban bajo la lluvia de forma despreocupada por las calles de Amegakure. No parecían tener un rumbo fijo, aunque Ayame se empeñaba en caminar por los callejones más solitarios. En aquel momento estaban pasando por una avenida que discurría de forma paralela a uno de los canales que surcaban la aldea. En más de una ocasión se encontraron con un puente de asfalto que les permitiría cruzar al otro lado, pero nunca llegaron a hacerlo.
—Por Amenokami, ¿cómo se te ha ocurrido llamar "patrón" a mi padre y "Kōri-kun" a mi hermano? —suspiró Ayame apartándose varios mechones de cabello empapados que se le habían pegado al rostro—. Si hubiéramos tardado unos segundos más en salir de ahí, te habría hecho trizas por tu insolencia.
—Bueno, ¿y cómo estás tú, mujer? —preguntó Kaido en algún momento de la conversación—. Lo último que supe de ti fue por boca del bueno de Daruu. Me dijo que no parabas de entrenar con tu papá, y tal; y que le era difícil pillarte libre. ¿Te has hecho más fuerte, entonces?
Ella sonrió con cierta timidez.
—Bueno, estoy entrenando, eso es cierto. Pero no con mi padre —le corrigió, sacudiendo la cabeza—, aunque sí es cierto que le he pedido ayuda alguna vez. Pero tengo que hacerme mucho más fuerte para que no vuelva a pasar algo como con los Kajitsu y para cumplir mi objetivo, así que hasta el momento he estado entrenando por mi cuenta, con mi hermano y con Daruu-kun. Aunque seguro que tú tampoco te habrás quedado de brazos cruzados, imagino. No pareces de ese tipo de personas —añadió, mirándole directamente con una ligera sonrisa.
Ayame, que se había quedado paralizada de terror junto a él al percibir el peligro, no tardó en agarrar del brazo a El Tiburón y lo arrastró entre largas zancadas hacia el ascensor.
—N... ¡Nos vamos! ¡Hasta luego, papá! —exclamó, forzando a sus labios a formar una sonrisa que se vio tan tensa como la cuerda de un arco.
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Minutos después, los dos Hōzuki caminaban bajo la lluvia de forma despreocupada por las calles de Amegakure. No parecían tener un rumbo fijo, aunque Ayame se empeñaba en caminar por los callejones más solitarios. En aquel momento estaban pasando por una avenida que discurría de forma paralela a uno de los canales que surcaban la aldea. En más de una ocasión se encontraron con un puente de asfalto que les permitiría cruzar al otro lado, pero nunca llegaron a hacerlo.
—Por Amenokami, ¿cómo se te ha ocurrido llamar "patrón" a mi padre y "Kōri-kun" a mi hermano? —suspiró Ayame apartándose varios mechones de cabello empapados que se le habían pegado al rostro—. Si hubiéramos tardado unos segundos más en salir de ahí, te habría hecho trizas por tu insolencia.
—Bueno, ¿y cómo estás tú, mujer? —preguntó Kaido en algún momento de la conversación—. Lo último que supe de ti fue por boca del bueno de Daruu. Me dijo que no parabas de entrenar con tu papá, y tal; y que le era difícil pillarte libre. ¿Te has hecho más fuerte, entonces?
Ella sonrió con cierta timidez.
—Bueno, estoy entrenando, eso es cierto. Pero no con mi padre —le corrigió, sacudiendo la cabeza—, aunque sí es cierto que le he pedido ayuda alguna vez. Pero tengo que hacerme mucho más fuerte para que no vuelva a pasar algo como con los Kajitsu y para cumplir mi objetivo, así que hasta el momento he estado entrenando por mi cuenta, con mi hermano y con Daruu-kun. Aunque seguro que tú tampoco te habrás quedado de brazos cruzados, imagino. No pareces de ese tipo de personas —añadió, mirándole directamente con una ligera sonrisa.