14/05/2018, 21:36
Era una mañana calurosa de verano, y ni siquiera las frondosas copas de los árboles que llenaban la aldea lograban disipar ni un poco la sensación térmica. Dentro del Edificio del Morikage, la situación no era muy diferente, y aunque el personal se había armado con ventiladores y abanicos, el calor se hacía palpable en sus frentes perladas de sudor y en sus gestos cargados de angustia.
Kisho había entrado en la recepción, una amplia sala construida con madera y bambú al más puro estilo tradicional. Pero en lugar de acercarse al mostrador, que se encontraba frente a la puerta principal y detrás del cual se encontraba la encargada, Kamisho Yuna (concentrada en ordenar varios archivadores que poblaban su mesa mientras se abanicaba con su mano libre) decidió sentarse en uno de los múltiples bancos de madera que había a mano izquierda. Desde aquella posición, Kisho pudo ver las múltiples fotografías que poblaban las paredes de la recepción y que representaban a varios personajes importantes de la aldea, entre ellas el mismísimo Morikage.