17/05/2018, 18:45
El Ahorcado intentó protegerse cruzando los brazos delante del cuerpo. Seguramente esperaba algún tipo de ataque físico, pero nada podría hacer con el poder de su voz y terminó expulsado hacia atrás, chocando brutalmente contra la puerta de metal que se encontraba debajo de las escaleras y abriéndola de par en par.
Jadeante, Ayame se llevó una mano a la garganta con gesto dolorido y alzó la barbilla para mirar a través del hueco que había dejado la puerta.
Se arrepintió prácticamente al instante.
Y es que, en el interior de aquella habitación se podía vislumbrar ahora una silueta oscura colgada del techo. El verdadero cuerpo de El Ahorcado, restos apenas reconocibles y apenas cubiertos por harapos deshilachados y manchados de sangre seca, devorados por las moscas y otras alimañas que debían habitar aquel lugar. Y entonces el hedor acarició su nariz. Ayame se tapó la boca en un desesperado intento por reprimir una arcada, pese a que no tenía nada en el estómago que pudiera expulsar.
Por suerte, un brillo en su bolsillo distrajo su atención. De aquel, su pieza de la llave surgió flotando y brillando como si de una luciérnaga se tratase, y tras dirigirse a la puerta de salida se unió a las otras tres de sus compañeros, formando una llave mucho más grande y marcando la salida.
—¿Qué...? —murmuró la muchacha, anonadada. Pero entonces, sacudida por la realidad en la que se encontraban, agitó la cabeza—. ¡Vámonos! ¡YA!
Echó a correr hacia la puerta, esperando que Juro y Riko la acompañaran con Jin y el falso Jin; sin embargo, antes de llegar siquiera a la mitad de la estancia, detuvo sus pasos momentáneamente y se dio la vuelta hacia la estancia de El Ahorcado.
—No termino de comprender nada de esto, pero... espero que en algún momento encuentres la paz —dijo, reprimiendo las náuseas.
Y entonces arrojó el kunai que aún llevaba en la mano y que el mismo Ahorcado le había dado. La daga de metal surcó el aire con un silbido, directa a la cuerda que aún sostenía su cuerpo.
Jadeante, Ayame se llevó una mano a la garganta con gesto dolorido y alzó la barbilla para mirar a través del hueco que había dejado la puerta.
Se arrepintió prácticamente al instante.
Y es que, en el interior de aquella habitación se podía vislumbrar ahora una silueta oscura colgada del techo. El verdadero cuerpo de El Ahorcado, restos apenas reconocibles y apenas cubiertos por harapos deshilachados y manchados de sangre seca, devorados por las moscas y otras alimañas que debían habitar aquel lugar. Y entonces el hedor acarició su nariz. Ayame se tapó la boca en un desesperado intento por reprimir una arcada, pese a que no tenía nada en el estómago que pudiera expulsar.
Por suerte, un brillo en su bolsillo distrajo su atención. De aquel, su pieza de la llave surgió flotando y brillando como si de una luciérnaga se tratase, y tras dirigirse a la puerta de salida se unió a las otras tres de sus compañeros, formando una llave mucho más grande y marcando la salida.
—¿Qué...? —murmuró la muchacha, anonadada. Pero entonces, sacudida por la realidad en la que se encontraban, agitó la cabeza—. ¡Vámonos! ¡YA!
Echó a correr hacia la puerta, esperando que Juro y Riko la acompañaran con Jin y el falso Jin; sin embargo, antes de llegar siquiera a la mitad de la estancia, detuvo sus pasos momentáneamente y se dio la vuelta hacia la estancia de El Ahorcado.
—No termino de comprender nada de esto, pero... espero que en algún momento encuentres la paz —dijo, reprimiendo las náuseas.
Y entonces arrojó el kunai que aún llevaba en la mano y que el mismo Ahorcado le había dado. La daga de metal surcó el aire con un silbido, directa a la cuerda que aún sostenía su cuerpo.