17/05/2018, 19:44
—¡NO! —chilló El Ahorcado—. ¡NOOOOOOOOOOO!
Pero ya era demasiado tarde. El kunai sesgó la cuerda. Y cuando el cuerpo se derrumbó, un violento temblor hizo que toda la casa lo hiciera con él. Hubo un estallido de luz y Ayame, completamente cegada, sintió que su cuerpo era catapultado sin control. En algún momento chocó contra algo y escuchó un ruido metálico, pero su cuerpo reaccionó de forma innata y se deshizo en agua en el momento del impacto antes de terminar cayendo al suelo.
Era muy probable que ella fuera la única que se fuera a quedar sin secuelas físicas de aquella locura.
—Chicos... estáis... ¿estáis bien? —preguntó, dolorida, mientras el agua se arremolinaba para formar su cuerpo de nuevo.
—Nunca pensé que alguien saldría con vida de esta casa, pero seguía con la esperanza de poder ayudar a quienes lo hiciesen —escuchó una voz cerca de ella, y la muchacha se reincorporó prácticamente de un salto, alerta. Junto a ellos, una anciana de cabellos que hacía mucho habían perdido el color, estaba arrodillada junto a una lámpara que emitía una luz cálida. Ayame la contempló con cierta desconfianza, y al mismo tiempo desesperación—. Dejadme ver a estos chicos, sin duda necesitan atención médica de inmediato.
—¿Puedes... puedes ayudarlos...? —preguntó, con un hilo de voz.
Una parte de ella aún no sabía si podía fiarse de aquella mujer o no, pero no tenían el tiempo a favor como para permitirse el lujo de recelar. La vida se les escapaba, y ninguno de los allí presentes conocía el arte de la medicina.
Pero ya era demasiado tarde. El kunai sesgó la cuerda. Y cuando el cuerpo se derrumbó, un violento temblor hizo que toda la casa lo hiciera con él. Hubo un estallido de luz y Ayame, completamente cegada, sintió que su cuerpo era catapultado sin control. En algún momento chocó contra algo y escuchó un ruido metálico, pero su cuerpo reaccionó de forma innata y se deshizo en agua en el momento del impacto antes de terminar cayendo al suelo.
Era muy probable que ella fuera la única que se fuera a quedar sin secuelas físicas de aquella locura.
—Chicos... estáis... ¿estáis bien? —preguntó, dolorida, mientras el agua se arremolinaba para formar su cuerpo de nuevo.
—Nunca pensé que alguien saldría con vida de esta casa, pero seguía con la esperanza de poder ayudar a quienes lo hiciesen —escuchó una voz cerca de ella, y la muchacha se reincorporó prácticamente de un salto, alerta. Junto a ellos, una anciana de cabellos que hacía mucho habían perdido el color, estaba arrodillada junto a una lámpara que emitía una luz cálida. Ayame la contempló con cierta desconfianza, y al mismo tiempo desesperación—. Dejadme ver a estos chicos, sin duda necesitan atención médica de inmediato.
—¿Puedes... puedes ayudarlos...? —preguntó, con un hilo de voz.
Una parte de ella aún no sabía si podía fiarse de aquella mujer o no, pero no tenían el tiempo a favor como para permitirse el lujo de recelar. La vida se les escapaba, y ninguno de los allí presentes conocía el arte de la medicina.