17/05/2018, 20:43
Con ambos chicos cerca de ella, la anciana se levantó lentamente y se posicionó entre ambos cuerpos, acomodándolos lo mejor posible para hacer su trabajo. Para sorpresa de Riko, la mujer no solo se encargó primero de Reiji, sino que comenzó a sanar lentamente las heridas de ambos chicos gracias a aquel chakra verdoso que ahora emanaba de sus ancianas manos.
—Lo habéis hecho bien, chicos, gracias a vosotros él ya no volverá a dañar a nadie —murmuró la mujer, sin dejar de mirar a Reiji —. Esto se lleva repitiendo cada año desde hace un lustro, es horrible la de gritos que he escuchado, por eso no puedo evitar venir a poder salvar a alguno... Ya que yo también estuve ahí —explicó, cabizbaja —. Salí por mi avanzada edad, y porque también conocía al chico, era tan inocente...
Ahogó un pequeño hipo, y los tres shinobis conscientes pudieron apreciar que la anciana tenía los ojos ligeramente acuosos.
—Él vivía cerca de aquí, creció con un par más, pero la gente se corrompe y a veces termina por cometer grandes locuras, por eso, los que consideraba amigos terminaron con su vida aquí, y él, incapaz de dar por finalizada su vida, terminó por arruinar la de muchos otros que se asemejasen a ellos, lástima que no viese aquello que de verdad era importante...
El verde tornó por otro más intenso, y poco a poco las heridas del chico-cuervo comenzaron a sanar, lentamente, cerrando la herida despacio y sin prisa. Tras unos minutos más, estaría fuera de peligro.
—Gracias por otorgarle esa paz que necesitaba —agradeció la mujer, mostrando una cansada sonrisa —. No os preocupéis, ahora podéis volver a vuestras casas y descansar, sé que será duro, pero ahora sois héroes, de todos aquellos bajo la mira de el que se hacía llamar el Ahorcado y que ya no caerán en sus garras.
Unos aleteos se escucharon a la lejanía, haciendo que la anciana mujer se callase por un momento. Si Juro, Ayame y Riko levantaban la vista, podían ver tres cuervos volando hacia ellos con las patas repletas de objetos.
—Te dije que no tendríamos que haberle perdido de vista...
—Es que tu plumaje siempre me deslumbra.
El cuervo albino les seguía de cerca, y los tres rápidamente descendieron hasta la posición de los chicos. Se posaron cerca de Reiji, dejando todos objetos que traían consigo en el suelo.
El joven Reiji, por su parte, recuperó poco a poco la consciencia, sin embargo sentía todo su cuerpo agarrotado y unas ganas tremendas de comer maíz, aunque se veían aminoradas solo por todo el dolor que sentía al moverse, sin embargo, el dolor del pecho ya no era tan fuerte como antes y podía respirar correctamente.
La anciana sonrió.
—Me alegro de que estés bien, chico —afirmó la mujer, para dejar lentamente de transmitirle chakra, luego posó ambas manos sobre el falso Jin —. Creo que esos objetos son vuestros, los cuervos fueron muy amables de ir por ellos cuando el subordinado del hombre os los arrebató, menos mal que se encargaron de él...
Se permitió sonreír.
Ahora los cuatro volvían a tener sus objetos, todos ellos, estaban vivos y podrían regresar a sus casas.
—Creo que tendréis que llevar a este muchacho a un médico de verdad, yo solo he podido parar su hemorragia, pero está muy débil... —explicó la mujer, cansada—. Yachi está pasando este bosque, al noroeste, lo reconoceréis enseguida —continuó—. Lleváoslo, y ayudad al otro, yo no puedo ayudaros más, así que volveré a casa.
Con un suave movimiento de manos, acabó de transmitir chakra al falso Jin y se levantó pesadamente.
—Gracias, muchachos, espero que os vaya bien a partir de ahora.
Y con pasos lentos pero continuos, tomó su linterna y se perdió por la oscuridad del bosque como si nunca antes hubiese estado allí.
—Lo habéis hecho bien, chicos, gracias a vosotros él ya no volverá a dañar a nadie —murmuró la mujer, sin dejar de mirar a Reiji —. Esto se lleva repitiendo cada año desde hace un lustro, es horrible la de gritos que he escuchado, por eso no puedo evitar venir a poder salvar a alguno... Ya que yo también estuve ahí —explicó, cabizbaja —. Salí por mi avanzada edad, y porque también conocía al chico, era tan inocente...
Ahogó un pequeño hipo, y los tres shinobis conscientes pudieron apreciar que la anciana tenía los ojos ligeramente acuosos.
—Él vivía cerca de aquí, creció con un par más, pero la gente se corrompe y a veces termina por cometer grandes locuras, por eso, los que consideraba amigos terminaron con su vida aquí, y él, incapaz de dar por finalizada su vida, terminó por arruinar la de muchos otros que se asemejasen a ellos, lástima que no viese aquello que de verdad era importante...
El verde tornó por otro más intenso, y poco a poco las heridas del chico-cuervo comenzaron a sanar, lentamente, cerrando la herida despacio y sin prisa. Tras unos minutos más, estaría fuera de peligro.
—Gracias por otorgarle esa paz que necesitaba —agradeció la mujer, mostrando una cansada sonrisa —. No os preocupéis, ahora podéis volver a vuestras casas y descansar, sé que será duro, pero ahora sois héroes, de todos aquellos bajo la mira de el que se hacía llamar el Ahorcado y que ya no caerán en sus garras.
Unos aleteos se escucharon a la lejanía, haciendo que la anciana mujer se callase por un momento. Si Juro, Ayame y Riko levantaban la vista, podían ver tres cuervos volando hacia ellos con las patas repletas de objetos.
—Te dije que no tendríamos que haberle perdido de vista...
—Es que tu plumaje siempre me deslumbra.
El cuervo albino les seguía de cerca, y los tres rápidamente descendieron hasta la posición de los chicos. Se posaron cerca de Reiji, dejando todos objetos que traían consigo en el suelo.
El joven Reiji, por su parte, recuperó poco a poco la consciencia, sin embargo sentía todo su cuerpo agarrotado y unas ganas tremendas de comer maíz, aunque se veían aminoradas solo por todo el dolor que sentía al moverse, sin embargo, el dolor del pecho ya no era tan fuerte como antes y podía respirar correctamente.
La anciana sonrió.
—Me alegro de que estés bien, chico —afirmó la mujer, para dejar lentamente de transmitirle chakra, luego posó ambas manos sobre el falso Jin —. Creo que esos objetos son vuestros, los cuervos fueron muy amables de ir por ellos cuando el subordinado del hombre os los arrebató, menos mal que se encargaron de él...
Se permitió sonreír.
Ahora los cuatro volvían a tener sus objetos, todos ellos, estaban vivos y podrían regresar a sus casas.
—Creo que tendréis que llevar a este muchacho a un médico de verdad, yo solo he podido parar su hemorragia, pero está muy débil... —explicó la mujer, cansada—. Yachi está pasando este bosque, al noroeste, lo reconoceréis enseguida —continuó—. Lleváoslo, y ayudad al otro, yo no puedo ayudaros más, así que volveré a casa.
Con un suave movimiento de manos, acabó de transmitir chakra al falso Jin y se levantó pesadamente.
—Gracias, muchachos, espero que os vaya bien a partir de ahora.
Y con pasos lentos pero continuos, tomó su linterna y se perdió por la oscuridad del bosque como si nunca antes hubiese estado allí.
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