20/05/2018, 19:37
—Keisuke-san, ¿tú dirías que la punta encaja con la herida de ese hombre? —
Me volteé y volví sobre mis pasos para acercarme a ver aquella herramienta que me mostraba la chica, la tomé con mis manos y observé detenidamente la punta. —Diría que encaja perfectamente, por la profundidad y la forma con este destornillador se le debió puncionar.—
Clap clap clap clap —Bravo... Bravo...— Los aplausos que emitía el hombre acompañaban su irónica felicitación. —¿Sabes a quién tenemos aquí, Hikari?— Miró a su acompañante.
—El héroe que le salvó la vida al ladrón de Ryu, y ella bueno...— Sus ojos subieron por un par de segundos como cuando alguien recuerda algo. —Ella no hizo nada.— Alzó los hombros restandole importancia a la presencia de la chica.
El primero era un hombre de tez morena, de unos treinta y tantos, cabello negro, corto alborotado con pinchos por todos lados, medía alrededor de un metro con ochenta y cinco centímetros, su cuerpo era fornido e intimidante, en su diestra descansaba una maza de un metal que hacia golpear su siniestra con un ligero, plop; su rostro demostraba que estaba disgustado, muy molesto.
El segundo era un muchacho más joven, de tez más clara, pero sin llegar a ser pálida, su rostro era un poco más delicado y su cuerpo delgado, sin presencia de masa muscular. Hikari, como le había nombrado el hombre, estaba a la izquierda del de la maza, su rostro por el contrario no demostraba ira o enfado, sino más bien algo así como pesar.
—Esperen... Y-Yo no sabía que era un ladrón.— Me apresuré a decir mientras veía como la maza se movía de arriba a abajo y terminaba en la mano del moreno.
—¿Ah no?— Preguntó intimidante mientras se acercaba. —A otro perro con ese hueso, él nos robó, él le robó a Hana-sama y alguien tiene que pagar.— Anunció.
—No olvides la cadena...— Recordó el flaco.
—Claro, claro y la cadena de oro, ¿dónde está?—
Tragué grueso pero me mantuve firme, no podía demostrar los nervios. —Debe ser un malentendido, nosotros no tenemos ninguna cadena.— Miré a Karma. —¿Tú viste alguna cadena?— Pregunté sabiendo la respuesta, pero con la esperanza de que con ello nos dejaran en paz.
Me volteé y volví sobre mis pasos para acercarme a ver aquella herramienta que me mostraba la chica, la tomé con mis manos y observé detenidamente la punta. —Diría que encaja perfectamente, por la profundidad y la forma con este destornillador se le debió puncionar.—
Clap clap clap clap —Bravo... Bravo...— Los aplausos que emitía el hombre acompañaban su irónica felicitación. —¿Sabes a quién tenemos aquí, Hikari?— Miró a su acompañante.
—El héroe que le salvó la vida al ladrón de Ryu, y ella bueno...— Sus ojos subieron por un par de segundos como cuando alguien recuerda algo. —Ella no hizo nada.— Alzó los hombros restandole importancia a la presencia de la chica.
El primero era un hombre de tez morena, de unos treinta y tantos, cabello negro, corto alborotado con pinchos por todos lados, medía alrededor de un metro con ochenta y cinco centímetros, su cuerpo era fornido e intimidante, en su diestra descansaba una maza de un metal que hacia golpear su siniestra con un ligero, plop; su rostro demostraba que estaba disgustado, muy molesto.
El segundo era un muchacho más joven, de tez más clara, pero sin llegar a ser pálida, su rostro era un poco más delicado y su cuerpo delgado, sin presencia de masa muscular. Hikari, como le había nombrado el hombre, estaba a la izquierda del de la maza, su rostro por el contrario no demostraba ira o enfado, sino más bien algo así como pesar.
—Esperen... Y-Yo no sabía que era un ladrón.— Me apresuré a decir mientras veía como la maza se movía de arriba a abajo y terminaba en la mano del moreno.
—¿Ah no?— Preguntó intimidante mientras se acercaba. —A otro perro con ese hueso, él nos robó, él le robó a Hana-sama y alguien tiene que pagar.— Anunció.
—No olvides la cadena...— Recordó el flaco.
—Claro, claro y la cadena de oro, ¿dónde está?—
Tragué grueso pero me mantuve firme, no podía demostrar los nervios. —Debe ser un malentendido, nosotros no tenemos ninguna cadena.— Miré a Karma. —¿Tú viste alguna cadena?— Pregunté sabiendo la respuesta, pero con la esperanza de que con ello nos dejaran en paz.