21/05/2018, 23:56
Kisho echó a correr por las calles de la aldea a toda velocidad. Con las prisas, tropezó con unas cajas que un pobre trabajador estaba colocando, provocando que cayeran y desparramaran todo su contenido por el suelo, pero lejos de quedarse a ayudar, el genin siguió corriendo y corriendo... Y en su carrera llegó media hora después hasta las puertas de la Aldea.
—¡EH, ALTO AHÍ! —gritó uno de los Chūnin que custodiaban la única entrada y salida de la aldea.
Pero Kisho hizo oídos sordos y siguió corriendo...
No llegó muy lejos.
De un momento para otro el Chūnin había caído sobre él, derribándole en el acto, y se sentó sobre su espalda inmovilizando uno de sus brazos detrás de la espalda mientras pisaba su otra mano contra el suelo. Kisho sintió el frío del metal contra su cuello.
—¡Alto ahí, he dicho! ¡Identifícate! ¿Dónde crees que vas?