24/05/2018, 23:49
Datsue se llevó una mano al mentón, pensativo.
—Pues ni zorra, la verdad —respondió, sincero—. Nabi, desde luego, solo tiene uno. Y ojalá siga siendo así. ¡Imagínate el destrozo que harían con otro más! —bromeó, para luego soltar una carcajada. No quería ni imaginárselo.
Ambos shinobis cruzaron el gran puente que unía el Bosque de la Espiral con el de los Hongos. Era anchísimo, de piedra blanca, con enormes bloques de piedra a cada lado de color púrpura, que se alzaban hasta la altura de la cintura y ejercían de barandilla. Por suerte, nadie parecía tener la necesidad de cruzarlo en aquel momento, pues estaba desierto, dando vía libre a los ninjas para divertirse.
El iris de Datsue, como medio vaso de agua que rellenan con sangre, empezó a volverse carmesí. Tres tomoe surgieron alrededor de su pupila, formando una circunferencia imaginaria.
El honor de su Villa, el propio ego personal, la diversión… Pequeñeces. Nunca le habían importado lo suficiente como para jugarse el tipo en un combate, por muy amistoso que se tratase. Además, ya sabía cómo acababan la mayoría de aquellos combates: en una encarnizada lucha por alzarse vencedor. No, él tenía un objetivo mucho más grande que todo aquello. Le habían revelado, alguna semana atrás, que Aiko se estaba muriendo. Que lo hacía continuamente. Que se estaba ahogando en aquel mismo instante. Si quería rescatarla, si de verdad planeaba salvarla…
Apretó los puños. Debía ponerse a punto. Aprovechar cada oportunidad para mejorar. Para hacerse más fuerte. Para superar sus límites.
—Cuando quieras, Etsu —dijo, formando el Sello de la Confrontación y realizando una pequeña reverencia. Luego, alzó ambas manos a la altura de la barbilla, con la izquierda más adelantada. Una posición de guardia mucho más rudimentaria, pero también más clásica.
Cinco metros separaban a ambos contendientes.
—Pues ni zorra, la verdad —respondió, sincero—. Nabi, desde luego, solo tiene uno. Y ojalá siga siendo así. ¡Imagínate el destrozo que harían con otro más! —bromeó, para luego soltar una carcajada. No quería ni imaginárselo.
Ambos shinobis cruzaron el gran puente que unía el Bosque de la Espiral con el de los Hongos. Era anchísimo, de piedra blanca, con enormes bloques de piedra a cada lado de color púrpura, que se alzaban hasta la altura de la cintura y ejercían de barandilla. Por suerte, nadie parecía tener la necesidad de cruzarlo en aquel momento, pues estaba desierto, dando vía libre a los ninjas para divertirse.
El iris de Datsue, como medio vaso de agua que rellenan con sangre, empezó a volverse carmesí. Tres tomoe surgieron alrededor de su pupila, formando una circunferencia imaginaria.
El honor de su Villa, el propio ego personal, la diversión… Pequeñeces. Nunca le habían importado lo suficiente como para jugarse el tipo en un combate, por muy amistoso que se tratase. Además, ya sabía cómo acababan la mayoría de aquellos combates: en una encarnizada lucha por alzarse vencedor. No, él tenía un objetivo mucho más grande que todo aquello. Le habían revelado, alguna semana atrás, que Aiko se estaba muriendo. Que lo hacía continuamente. Que se estaba ahogando en aquel mismo instante. Si quería rescatarla, si de verdad planeaba salvarla…
Apretó los puños. Debía ponerse a punto. Aprovechar cada oportunidad para mejorar. Para hacerse más fuerte. Para superar sus límites.
—Cuando quieras, Etsu —dijo, formando el Sello de la Confrontación y realizando una pequeña reverencia. Luego, alzó ambas manos a la altura de la barbilla, con la izquierda más adelantada. Una posición de guardia mucho más rudimentaria, pero también más clásica.
Cinco metros separaban a ambos contendientes.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado