31/05/2018, 00:44
El reciente conflicto había dejado a Karma en un estado casi de shock, estuvo un buen rato en silencio, y solamente asentió en cuando le señalé el echo que logró cesar el combate, no obstante, ella mantenía un mente en todos los detalles que nos inmiscuyeron en aquel grotesco y retorcido malentendido.
—Será mejor que no nos preocupemos más por ello, estamos bien, es lo importante.— Expresé tratando de dejar el tema a un lado, aún sabiendo que era un poco complicado, incluso en mi mente aún rondaban ciertas incógnitas que no me dejaban en paz, porque en el fondo me sentía un poco culpable, no por haberle salvado la vida a un sujeto, sino que esa persona era un ladrón, era irónico...
—Mira, allá hay una librería, seguro que está el libro que buscas.— Señalé una tienda que estaba a unos cuantos metros, y luego caminé directo a ella, esperé a la pelimorada para abrir la puerta y dejarle entrar primero.
El interior era de lo más común y corriente, un lugar pequeño con unos cuántos estantes repletos de libros y más allá un mostrador con un par de empleados atendiendo o moviendo cajas, libro y/o encargandose de otros asuntos, cerca de los estantes que estaban disponibles al público se encontraba un señor pasado ya de años, canoso y con varias arrugas en su rostro, hacía uso de un bastón de madera para desplazarse con mayor facilidad y por como ordenaba los libros, con lentitud y cierto cariño, podría deducirse que él trabajaba también ahí.
—Será mejor que no nos preocupemos más por ello, estamos bien, es lo importante.— Expresé tratando de dejar el tema a un lado, aún sabiendo que era un poco complicado, incluso en mi mente aún rondaban ciertas incógnitas que no me dejaban en paz, porque en el fondo me sentía un poco culpable, no por haberle salvado la vida a un sujeto, sino que esa persona era un ladrón, era irónico...
—Mira, allá hay una librería, seguro que está el libro que buscas.— Señalé una tienda que estaba a unos cuantos metros, y luego caminé directo a ella, esperé a la pelimorada para abrir la puerta y dejarle entrar primero.
El interior era de lo más común y corriente, un lugar pequeño con unos cuántos estantes repletos de libros y más allá un mostrador con un par de empleados atendiendo o moviendo cajas, libro y/o encargandose de otros asuntos, cerca de los estantes que estaban disponibles al público se encontraba un señor pasado ya de años, canoso y con varias arrugas en su rostro, hacía uso de un bastón de madera para desplazarse con mayor facilidad y por como ordenaba los libros, con lentitud y cierto cariño, podría deducirse que él trabajaba también ahí.