7/06/2018, 13:20
(Última modificación: 7/06/2018, 13:25 por Aotsuki Ayame.)
Como una fría ironía del destino, ahora dos Hōzuki, con apellidos que no reflejaban el orgullo de su clan, se alzaban sobre una plataforma de áspero cemento de forma cuadrada y unos seis metros de lado. A unos cuatro metros por debajo de ellos, las olas del lago chocaban contra los pilares que sostenían el improvisado campo de combate, soltando espumosos rugidos como si estuvieran jaleando a sus dos hijos.
Umikiba Kaido dio un paso al frente, y Ayame flexionó las rodillas ligeramente. Arrinconada en el borde de la plataforma como estaba, contaba con pocas opciones. Sus ojos castaños se clavaron en los azules del Tiburón cuando dio un paso más. Lejos quedaba la timidez y el reparo con el que solía mirarle en circunstancias normales, en la batalla no había tiempo para ello, y ahora era la determinación la que brillaba en sus iris.
—Veamos cómo está tu Taijutsu, prima —sonrió él.
Y, sin darle siquiera tiempo a responder, se abalanzó sobre ella.
«Es rápido pero... no lo es tanto.» Los ojos de Ayame no tuvieron ningún tipo de problema para seguir los movimientos de Kaido, recortando las distancias entre ambos. Sin embargo, la situación se dio la vuelta por completo cuando llegó hasta su posición. Debería haberlo supuesto, viendo el cuerpo entrenado de su contrincante, pero lo cierto fue que en aquel instante, y pese a que se había preparado para reaccionar, subestimó sus capacidades físicas. O quizás había sobreestimado las suyas propias. «¡Maldita sea!»
Apenas tuvo tiempo de moverse un poco a un lado, lo suficiente como para esquivar el puñetazo que iba hacia sus costillas, y cogerle de la muñeca. Sin embargo, mucha menos suerte tuvo con el siguiente golpe, directo a su barbilla desde abajo. Intentó echarse hacia atrás, pero Kaido se movía mucho mejor que ella, y Ayame supo de inmediato que mantenerse a distancias cortas con él era un completo error.
Después de todo, ¿quién enfrentaba a un tiburón blanco cara a cara?
El golpe hizo que la cabeza de Ayame estallara como si de un globo de agua se tratara y el agarre que había sostenido sobre el brazo de su oponente se aflojó súbitamente. Sin embargo, había algo raro, y es que Kaido podría comprobar enseguida que el agua de Ayame era mucho más viscosa y pegajosa de lo habitual y que le costaría retraer el brazo para retroceder. Y Ayame aprovechó para afianzar de nuevo el agarre sobre su brazo y lanzar una patada hacia su pecho con el objetivo de rechazarle y retomar el espacio personal, mientras su cabeza volvía a reconstruirse entre esforzados resuellos.
—Creo... que peor que el tuyo... Primo —respondió, mientras caminaba de lado para intentar apartarse del borde de la plataforma.
Umikiba Kaido dio un paso al frente, y Ayame flexionó las rodillas ligeramente. Arrinconada en el borde de la plataforma como estaba, contaba con pocas opciones. Sus ojos castaños se clavaron en los azules del Tiburón cuando dio un paso más. Lejos quedaba la timidez y el reparo con el que solía mirarle en circunstancias normales, en la batalla no había tiempo para ello, y ahora era la determinación la que brillaba en sus iris.
—Veamos cómo está tu Taijutsu, prima —sonrió él.
Y, sin darle siquiera tiempo a responder, se abalanzó sobre ella.
«Es rápido pero... no lo es tanto.» Los ojos de Ayame no tuvieron ningún tipo de problema para seguir los movimientos de Kaido, recortando las distancias entre ambos. Sin embargo, la situación se dio la vuelta por completo cuando llegó hasta su posición. Debería haberlo supuesto, viendo el cuerpo entrenado de su contrincante, pero lo cierto fue que en aquel instante, y pese a que se había preparado para reaccionar, subestimó sus capacidades físicas. O quizás había sobreestimado las suyas propias. «¡Maldita sea!»
Apenas tuvo tiempo de moverse un poco a un lado, lo suficiente como para esquivar el puñetazo que iba hacia sus costillas, y cogerle de la muñeca. Sin embargo, mucha menos suerte tuvo con el siguiente golpe, directo a su barbilla desde abajo. Intentó echarse hacia atrás, pero Kaido se movía mucho mejor que ella, y Ayame supo de inmediato que mantenerse a distancias cortas con él era un completo error.
Después de todo, ¿quién enfrentaba a un tiburón blanco cara a cara?
El golpe hizo que la cabeza de Ayame estallara como si de un globo de agua se tratara y el agarre que había sostenido sobre el brazo de su oponente se aflojó súbitamente. Sin embargo, había algo raro, y es que Kaido podría comprobar enseguida que el agua de Ayame era mucho más viscosa y pegajosa de lo habitual y que le costaría retraer el brazo para retroceder. Y Ayame aprovechó para afianzar de nuevo el agarre sobre su brazo y lanzar una patada hacia su pecho con el objetivo de rechazarle y retomar el espacio personal, mientras su cabeza volvía a reconstruirse entre esforzados resuellos.
—Creo... que peor que el tuyo... Primo —respondió, mientras caminaba de lado para intentar apartarse del borde de la plataforma.