15/06/2018, 19:27
Los dos médicos se pusieron manos a la obra. No era una tarea especialmente lenta, pero les pesaba como tal. También requería de concentración, y como seres humanos que eran, el cansancio tanto físico como mental iba haciendo mella según los segundos se dilataban hasta convertirse en minutos.
Era como atravesar una ciénaga: en absoluto imposible, pero se veían obligados a pelear contra la resistencia del agua y sentir el barro y otras inmundicias lamiéndoles la piel. Una guerra de desgaste que producía un cansancio de incógnito; lento e insidioso, difícil de detectar pero tan demoledor como cualquier otro.
Keisuke se llevó la peor parte del pastel, al fin y al cabo Karma le estaba asistiendo en calidad de enfermera, nada más. Pero aquella odisea le había aportado algo a la muchacha —aparte de su nueva enciclopedia de medicina, que yacía en el suelo, todavía en la bolsa, a la espera de que su dueña la reclamase—, había aprendido algo, tal y como el pelirrojo comentó previo al inicio de la operación. Había leído sobre ese procedimiento, pero nunca había visto uno en vivo y en directo; todavía le faltaba habilidad como para que se le impartiese. Tomó nota mental de todo ello: dispondría de una sabrosa ventaja a la hora de tratar de dominar el Saikan Chūshutsu no Jutsu.
—Terminamos.
Era como si la genin hubiese contenido la respiración durante horas y esas palabras la hubiesen obligado a tomar una nueva bocanada. Se apartó el sudor de la frente. Estaba agotada.
El asunto había terminado bien, a juzgar por la estoicidad de Keisuke. El estado del herido era estable, según comprobó con su inexperto juicio. La fémina asintió. Todo parecía en orden.
Se quitó los guantes, se los tendió al amejin y tomó su bolsa. Hikari ya no era su problema. Una pequeña parte de ella se sentía casi decepcionada de que... ¿el rubio fuese a vivir? «El cansancio le hace pensar cosas raras a cualquiera...», se excusó consigo misma.
Una nueva actriz se personó en el escenario de aquella tragedia con final feliz antes de que el par de ninjas pudiese poner pies en polvorosa. La mujer brillaba con luz propia gracias a su elegante porte y dispendioso kimono. Parecía que era la tan querida Hana-sama, la misma con la que sus seguidores se llenaban la boca en cuanto podían.
A Karma le acabó picando el insecto de la curiosidad. «Irradia buena disposición y es muy educada, ¿cómo puede ser que esta mujer sea "líder" de una pandilla de matones?», reflexionó a la par que deshacían el camino escalado con anterioridad, acompañados de la ya mencionada. «Bah... cosas más raras se han visto, supongo».
Fuera como fuese, les habían permitido marchar y eso era lo que la pelivioleta deseaba con diferencia. Mejor callar, asentir y pirarse.
Y ahora que eran libres para seguir su camino sin la intervención de nuevos obstáculos, había arribado la hora del adiós.
Keisuke se despidió de Karma, que le dedicó una reverencia. Volvía a portar la bolsa con ambas manos, presionada contra sus pechos.
—Muchas gracias por tu ayuda, Keisuke-san. Espero que nuestro próximo encuentro sea más agradable.
La kunoichi marchó, pero en una dirección muy distinta al otro médico. Le esperaba un entretenido camino de vuelta hasta Uzushiogakure teniendo que cargar con la pesada enciclopedia.
Era como atravesar una ciénaga: en absoluto imposible, pero se veían obligados a pelear contra la resistencia del agua y sentir el barro y otras inmundicias lamiéndoles la piel. Una guerra de desgaste que producía un cansancio de incógnito; lento e insidioso, difícil de detectar pero tan demoledor como cualquier otro.
Keisuke se llevó la peor parte del pastel, al fin y al cabo Karma le estaba asistiendo en calidad de enfermera, nada más. Pero aquella odisea le había aportado algo a la muchacha —aparte de su nueva enciclopedia de medicina, que yacía en el suelo, todavía en la bolsa, a la espera de que su dueña la reclamase—, había aprendido algo, tal y como el pelirrojo comentó previo al inicio de la operación. Había leído sobre ese procedimiento, pero nunca había visto uno en vivo y en directo; todavía le faltaba habilidad como para que se le impartiese. Tomó nota mental de todo ello: dispondría de una sabrosa ventaja a la hora de tratar de dominar el Saikan Chūshutsu no Jutsu.
—Terminamos.
Era como si la genin hubiese contenido la respiración durante horas y esas palabras la hubiesen obligado a tomar una nueva bocanada. Se apartó el sudor de la frente. Estaba agotada.
El asunto había terminado bien, a juzgar por la estoicidad de Keisuke. El estado del herido era estable, según comprobó con su inexperto juicio. La fémina asintió. Todo parecía en orden.
Se quitó los guantes, se los tendió al amejin y tomó su bolsa. Hikari ya no era su problema. Una pequeña parte de ella se sentía casi decepcionada de que... ¿el rubio fuese a vivir? «El cansancio le hace pensar cosas raras a cualquiera...», se excusó consigo misma.
Una nueva actriz se personó en el escenario de aquella tragedia con final feliz antes de que el par de ninjas pudiese poner pies en polvorosa. La mujer brillaba con luz propia gracias a su elegante porte y dispendioso kimono. Parecía que era la tan querida Hana-sama, la misma con la que sus seguidores se llenaban la boca en cuanto podían.
A Karma le acabó picando el insecto de la curiosidad. «Irradia buena disposición y es muy educada, ¿cómo puede ser que esta mujer sea "líder" de una pandilla de matones?», reflexionó a la par que deshacían el camino escalado con anterioridad, acompañados de la ya mencionada. «Bah... cosas más raras se han visto, supongo».
Fuera como fuese, les habían permitido marchar y eso era lo que la pelivioleta deseaba con diferencia. Mejor callar, asentir y pirarse.
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Y ahora que eran libres para seguir su camino sin la intervención de nuevos obstáculos, había arribado la hora del adiós.
Keisuke se despidió de Karma, que le dedicó una reverencia. Volvía a portar la bolsa con ambas manos, presionada contra sus pechos.
—Muchas gracias por tu ayuda, Keisuke-san. Espero que nuestro próximo encuentro sea más agradable.
La kunoichi marchó, pero en una dirección muy distinta al otro médico. Le esperaba un entretenido camino de vuelta hasta Uzushiogakure teniendo que cargar con la pesada enciclopedia.