22/06/2018, 14:53
«"Caminar en dirección Oeste" no es exactamente la indicación más precisa que he escuchado en mi vida...»
Akame apuró su taza de té y luego echó un vistazo distraído al resto de parroquianos. Todavía era temprano en la mañana, pero siendo Verano y sabiendo que en Uzu no Kuni el Sol pegaba como mil demonios durante las horas diurnas, al Uchiha le parecía una excelente hora para ponerse en marcha.
—Tan buen momento como cualquier otro —respondió.
Luego el jōnin se levantó de su asiento, no sin dejar antes tres ryos sobre la mesa —más que suficiente para pagar el té—. No llevaba consigo su mochila de viaje, pero sí el resto de su equipamiento; el petate lo había dejado en la habitación del hostal donde se alejaba, no muy lejos de El Lechón de Acero.
Tiró de la puerta de la posada y salió a la calle, respirando el aire caliente de la mañana. Los Herreros comenzaba poco a poco a ganar actividad a medida que los talleres, forjas y herrerías iban abriendo sus puertas al público. En un rato la ciudad herviría con el calor de las fraguas y el sonido de los martillazos, pero ellos ya estarían lejos de allí. Akame se volvió hacia su alumna.
—Vamos.
Akame apuró su taza de té y luego echó un vistazo distraído al resto de parroquianos. Todavía era temprano en la mañana, pero siendo Verano y sabiendo que en Uzu no Kuni el Sol pegaba como mil demonios durante las horas diurnas, al Uchiha le parecía una excelente hora para ponerse en marcha.
—Tan buen momento como cualquier otro —respondió.
Luego el jōnin se levantó de su asiento, no sin dejar antes tres ryos sobre la mesa —más que suficiente para pagar el té—. No llevaba consigo su mochila de viaje, pero sí el resto de su equipamiento; el petate lo había dejado en la habitación del hostal donde se alejaba, no muy lejos de El Lechón de Acero.
Tiró de la puerta de la posada y salió a la calle, respirando el aire caliente de la mañana. Los Herreros comenzaba poco a poco a ganar actividad a medida que los talleres, forjas y herrerías iban abriendo sus puertas al público. En un rato la ciudad herviría con el calor de las fraguas y el sonido de los martillazos, pero ellos ya estarían lejos de allí. Akame se volvió hacia su alumna.
—Vamos.