8/09/2015, 12:51
Ante su reacción, Kaido se rio entre dientes, y aquello sólo propició que Ayame le soltara aún más rápidamente la mano. Desde luego, no eran imaginaciones suyas. Los dientes de Kaido eran realmente una hilera de navajas puntiagudas y escalofriantes. Pero no llegó a hacerle nada, como tanto temía. El chico-tiburón volvió a guardar las manos en los bolsillos y ella se permitió el lujo de relajarse un tanto.
Pero no demasiado. Por si acaso.
La pregunta casi le pilló por sorpresa, pero antes de que pudiera responder siquiera, y sus ojos viraron inequívocamente hacia las tranquilas aguas del lago cuando Kaido hizo referencia a él. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Aún siendo incapaz de ahogarse, aún siendo prácticamente inalcanzable en el agua, no se le ocurriría meterse allí con la amenazante presencia de un escualo cerca. Ni siquiera sabía cuáles podrían ser sus habilidades de combate, o si su apariencia sería algo más que una simple máscara, pero no podía arriesgarse. Y menos cuando la estaba invitando de aquella manera.
«El cuento de Caperucita Roja ha cambiado ligeramente.» No pudo evitar pensar.
—Tu... ¿Tus amigos? ¡¿Hay tiburones ahí abajo?! —exclamó, con un hilo de voz, aunque la vergüenza cayó sobre ella como un jarro de agua fría cuando Kaido volvió a reírse.
«¡Estúpida! ¡Le has llamado tiburón a la cara! ¡Y no hay tiburones de agua dulce!» Poco le faltó para abofetearse a sí misma. Sentía la sangre agolpada en su rostro del bochorno que sentía.
—Yo... bueno... venía a relajarme, supongo —respondió al fin, sin demasiada convicción. "Buscaba la tranquilidad después de que ayer me asaltaran unos bandidos a plena luz del día" no le parecía una respuesta adecuada. Aunque lo que menos estaba encontrando era, precisamente, lo que estaba buscando—. ¿Qué te ha traído a ti hasta aquí?
Pero no demasiado. Por si acaso.
La pregunta casi le pilló por sorpresa, pero antes de que pudiera responder siquiera, y sus ojos viraron inequívocamente hacia las tranquilas aguas del lago cuando Kaido hizo referencia a él. Un escalofrío recorrió su espina dorsal. Aún siendo incapaz de ahogarse, aún siendo prácticamente inalcanzable en el agua, no se le ocurriría meterse allí con la amenazante presencia de un escualo cerca. Ni siquiera sabía cuáles podrían ser sus habilidades de combate, o si su apariencia sería algo más que una simple máscara, pero no podía arriesgarse. Y menos cuando la estaba invitando de aquella manera.
«El cuento de Caperucita Roja ha cambiado ligeramente.» No pudo evitar pensar.
—Tu... ¿Tus amigos? ¡¿Hay tiburones ahí abajo?! —exclamó, con un hilo de voz, aunque la vergüenza cayó sobre ella como un jarro de agua fría cuando Kaido volvió a reírse.
«¡Estúpida! ¡Le has llamado tiburón a la cara! ¡Y no hay tiburones de agua dulce!» Poco le faltó para abofetearse a sí misma. Sentía la sangre agolpada en su rostro del bochorno que sentía.
—Yo... bueno... venía a relajarme, supongo —respondió al fin, sin demasiada convicción. "Buscaba la tranquilidad después de que ayer me asaltaran unos bandidos a plena luz del día" no le parecía una respuesta adecuada. Aunque lo que menos estaba encontrando era, precisamente, lo que estaba buscando—. ¿Qué te ha traído a ti hasta aquí?