27/06/2018, 19:32
Era una mañana de verano como cualquier otra. El cielo estaba despejado y el sol brillaba con fuerza sobre Kusagakure no sato.
Allí, en el Acantilado Rompe-Olas se encontraba el peliverde el peliverde entrenando junto a un apaleado muñeco de entrenamiento que seguramente había pasado por mejores momentos.
—Uno, dos —golpeó dos veces al aire antes de dar un paso a su izquierda, rodeando a un enemigo invisible.
El chico continuó boxeando con la nada durante un par de minutos más. Se desplazaba, se defendía y golpeaba como si de una pelea real se tratara, hasta que finalmente se dejó caer sentado en la hierba.
—Maldita sea, esto es inútil, así no estoy mejorando nada... —se dijo a sí mismo.
Mientras recuperaba el aliento, Daigo tomó tomó un sorbo de agua de una botella que había dejado a su lado, junto a su mochila.
—...Pero quejarme no me convertirá en Chūnin, ¿verdad? —Concluyó.
Era bien sabido por todos que los exámenes Chūnin estaban terriblemente cerca, y aunque Daigo sabía que simplemente no podría participar en ellos, no podía evitar querer entrenar como si mañana mismo fuera a atender la prueba más intensa de toda su vida.
Quizá aquella era su manera de sentirse mejor consigo mismo, de descargar todo lo que sentía al verse incapaz de participar él mismo y dar un paso más en su carrera como shinobi.
De cualquier manera, el joven se levantó y se cuadró frente al muñeco una vez más para continuar con su entrenamiento.
Allí, en el Acantilado Rompe-Olas se encontraba el peliverde el peliverde entrenando junto a un apaleado muñeco de entrenamiento que seguramente había pasado por mejores momentos.
—Uno, dos —golpeó dos veces al aire antes de dar un paso a su izquierda, rodeando a un enemigo invisible.
El chico continuó boxeando con la nada durante un par de minutos más. Se desplazaba, se defendía y golpeaba como si de una pelea real se tratara, hasta que finalmente se dejó caer sentado en la hierba.
—Maldita sea, esto es inútil, así no estoy mejorando nada... —se dijo a sí mismo.
Mientras recuperaba el aliento, Daigo tomó tomó un sorbo de agua de una botella que había dejado a su lado, junto a su mochila.
—...Pero quejarme no me convertirá en Chūnin, ¿verdad? —Concluyó.
Era bien sabido por todos que los exámenes Chūnin estaban terriblemente cerca, y aunque Daigo sabía que simplemente no podría participar en ellos, no podía evitar querer entrenar como si mañana mismo fuera a atender la prueba más intensa de toda su vida.
Quizá aquella era su manera de sentirse mejor consigo mismo, de descargar todo lo que sentía al verse incapaz de participar él mismo y dar un paso más en su carrera como shinobi.
De cualquier manera, el joven se levantó y se cuadró frente al muñeco una vez más para continuar con su entrenamiento.
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Team pescado.