2/07/2018, 22:38
—Está bien, adelante —dijo, satisfecho—. Podéis comenzar a investigar a vuestro antojo. Yo os supervisaré.
Karma no le dirigió palabra al capitán. Caminó hasta quedar frente al fiambre, cara a cara con el difunto que la había asustado de muerte. Desabrochó su kit y se agachó, dejándolo posar sobre el tatami, a su derecha. Sacó unos guantes de latex blanco de su interior, que se ajustó de un solo movimiento, denotando costumbre. Acto seguido produjo de su macuto de médico un pequeño manto blanco que extendió a la izquierda, sobre el que luego dejó descansar varias herramientas del oficio, previamente extraídas del kit.
No tardó en ponerse manos a la obra, examinando el cadáver, cortando aquí y allá, buscando esclarecer la causa de la muerte. Era probable que ese boquete en el estómago había tenido algo que ver con su pésimo estado de salud, pero la joven conocía la importancia de asegurarse, especialmente en circunstancias tan extraordinarias como aquellas.
Por su parte, Etsu rastreó el cuarto haciendo uso de unas cualidades que los otros presentes —a excepción de su perro— no sabían que tenía.
El Inuzuka no tardó en captar una horrenda acumulación del olor acre y repugnante que dominaba el habitáculo junto al de la sangre. Provenía del interior de la modesta puerta de madera a la derecha del armario empotrado.
Con sus sentidos agudizados, sentir ese hedor con tanta claridad era, como poco, una tortura.
Karma no le dirigió palabra al capitán. Caminó hasta quedar frente al fiambre, cara a cara con el difunto que la había asustado de muerte. Desabrochó su kit y se agachó, dejándolo posar sobre el tatami, a su derecha. Sacó unos guantes de latex blanco de su interior, que se ajustó de un solo movimiento, denotando costumbre. Acto seguido produjo de su macuto de médico un pequeño manto blanco que extendió a la izquierda, sobre el que luego dejó descansar varias herramientas del oficio, previamente extraídas del kit.
No tardó en ponerse manos a la obra, examinando el cadáver, cortando aquí y allá, buscando esclarecer la causa de la muerte. Era probable que ese boquete en el estómago había tenido algo que ver con su pésimo estado de salud, pero la joven conocía la importancia de asegurarse, especialmente en circunstancias tan extraordinarias como aquellas.
Por su parte, Etsu rastreó el cuarto haciendo uso de unas cualidades que los otros presentes —a excepción de su perro— no sabían que tenía.
El Inuzuka no tardó en captar una horrenda acumulación del olor acre y repugnante que dominaba el habitáculo junto al de la sangre. Provenía del interior de la modesta puerta de madera a la derecha del armario empotrado.
Con sus sentidos agudizados, sentir ese hedor con tanta claridad era, como poco, una tortura.