5/07/2018, 15:44
Karma quedó perpleja ante el despliegue de habilidad de su instructor. El grandioso Kage Bunshin no Jutsu, tan difícil de dominar, peligroso e inclemente en caso de uso incorrecto, pero a fin de cuentas endemoniadamente útil, dentro y fuera de combate.
Con la misma extrañez fue testigo del intercambio de órdenes entre el original y las copias. Era como si Akame estuviese imperando sobre subordinados, no sobre sí mismo. Una estampa de lo más curiosa. Quizás, solo quizás, algún día ella también sería capaz de ejecutar una técnica así. Siendo honestos, no confiaba en ello.
—Bien, busquemos —afirmó con una apagada sonrisa marcándole los labios.
La hierba y los árboles acaparaban la totalidad del paraje, acompañados por el sonido de los pájaros en las copas. A juzgar por el estado de la tierra que pisaban, era difícil creer que alguna vez había habido un camino por la zona. Pero Karma no separaba sus ojos, dorados como el astro rey, del suelo, a la caza del más mínimo vestigio.
—Akame-sensei, disculpa la avalancha de preguntas, pero hay algo a lo que le llevo dando vueltas desde nuestra primera sesión de entrenamiento en el estadio de la villa —declaró tímidamente—. Lo que ocurrió con Inokichi... —paró en seco al invocar esos recuerdos, temerosa. Momentos más tarde reanudó su diálogo—. ¿Qué pasó? Me sentí tan... extraña, a falta de una palabra mejor. Y luego él no estaba... solo tú y yo. ¿Qué fue eso?
Con la misma extrañez fue testigo del intercambio de órdenes entre el original y las copias. Era como si Akame estuviese imperando sobre subordinados, no sobre sí mismo. Una estampa de lo más curiosa. Quizás, solo quizás, algún día ella también sería capaz de ejecutar una técnica así. Siendo honestos, no confiaba en ello.
—Bien, busquemos —afirmó con una apagada sonrisa marcándole los labios.
La hierba y los árboles acaparaban la totalidad del paraje, acompañados por el sonido de los pájaros en las copas. A juzgar por el estado de la tierra que pisaban, era difícil creer que alguna vez había habido un camino por la zona. Pero Karma no separaba sus ojos, dorados como el astro rey, del suelo, a la caza del más mínimo vestigio.
—Akame-sensei, disculpa la avalancha de preguntas, pero hay algo a lo que le llevo dando vueltas desde nuestra primera sesión de entrenamiento en el estadio de la villa —declaró tímidamente—. Lo que ocurrió con Inokichi... —paró en seco al invocar esos recuerdos, temerosa. Momentos más tarde reanudó su diálogo—. ¿Qué pasó? Me sentí tan... extraña, a falta de una palabra mejor. Y luego él no estaba... solo tú y yo. ¿Qué fue eso?