11/07/2018, 01:34
Daruu dejó escapar un largo suspiro. Miró a la hierba en el suelo durante un momento. Luego miró a Datsue y levantó las manos despacio.
—Si me dejas hacerlo, te lo enseñaré.
Formuló una ristra de sellos.
Zummm.
Estaban en una playa. Una playa de violentas olas y arenas blancas. Aquello era el fiel reflejo de un lugar que Daruu conocía muy bien, a excepción de una pequeña colina con dos árboles. Los árboles en los que estaban apoyados en la vida real.
Daruu miró a Datsue y señaló hacia su derecha.
Allí había habido una batalla. Una refriega entre compatriotas. Daruu y Ayame estaban tendidos sobre la arena, a varios metros de distancia. La chica estaba boca abajo, derrotada y sin consciencia. Él yacía más allá jadeando intensamente, boca arriba. Era el ganador, pero no podía moverse. Estaba visiblemente agotado.
Entonces, una mujer vestida con una sencilla túnica apareció en escena. Se movió como disfrutando de sí misma. Se contoneaba como una serpiente acechando a su presa. Se agachó junto a Daruu y ambos mantuvieron una conversación preocupante. Bajo la lluvia intensa, las palabras no deberían de haber llegado a los oídos de Datsue, pero de forma antinatural lo hicieron, como si llevase puestos unos auriculares.
—¿Pero qué tenemos aquí? —dijo una voz femenina, que hablaba como si quisiese untar sus palabras sobre el pan—. Pero si es nuestro pequeño y precioso niño de ojos blancos. Tu Byakugan causó bastante... sensación en el Torneo.
—¡No! ¡Otra vez vosotros no! ¡Mira, no soy responsable de que perdierais el dinero en las apuestas! ¡Yo hago lo que tengo que hacer!
—¿Apuestas? —La mujer torció la cabeza, sin entender—. Oh, no. No, te estás equivocando de persona. Yo sólo soy una mujer que te quiere, que te aprecia, que se ha estado fijando mucho en ti, Daruu-kun...
La mujer besó su frente. El cuerpo de Daruu convulsionó un par de veces, y quedó tendido en el suelo.
—...sólo una mujer que se muere por tus ojos, cielo. Y tranquilo, que me vas a hacer ganar mucho dinero...
La kunoichi acercó sus dedos, como las garras de una harpía, a sus cuencas oculares.
Y se los arrancó.
La playa desapareció. El mundo falso que les rodeaba se volvió negro. Permaneció así un largo minuto.
Luego, ellos también desaparecieron. Sólo quedó la oscuridad.
Datsue abrió sus párpados dentro de la ilusión. La imagen borrosa de una mujer se aclaró poco a poco. Una mujer morena, con los ojos vendados, vestida con el traje de un hospital. Sonreía.
Giró su cabeza y vio a Daruu reflejado en el espejo de su habitación, tumbado en una camilla. Sus ojos eran morados.
Y la ilusión se desvaneció secamente.
Volvían a estar en la colina. Daruu lloraba.
¿Pero quién lo habría podido saber, bajo aquella tormenta?
—Si me dejas hacerlo, te lo enseñaré.
Formuló una ristra de sellos.
Zummm.
• • •
Estaban en una playa. Una playa de violentas olas y arenas blancas. Aquello era el fiel reflejo de un lugar que Daruu conocía muy bien, a excepción de una pequeña colina con dos árboles. Los árboles en los que estaban apoyados en la vida real.
Daruu miró a Datsue y señaló hacia su derecha.
Allí había habido una batalla. Una refriega entre compatriotas. Daruu y Ayame estaban tendidos sobre la arena, a varios metros de distancia. La chica estaba boca abajo, derrotada y sin consciencia. Él yacía más allá jadeando intensamente, boca arriba. Era el ganador, pero no podía moverse. Estaba visiblemente agotado.
Entonces, una mujer vestida con una sencilla túnica apareció en escena. Se movió como disfrutando de sí misma. Se contoneaba como una serpiente acechando a su presa. Se agachó junto a Daruu y ambos mantuvieron una conversación preocupante. Bajo la lluvia intensa, las palabras no deberían de haber llegado a los oídos de Datsue, pero de forma antinatural lo hicieron, como si llevase puestos unos auriculares.
—¿Pero qué tenemos aquí? —dijo una voz femenina, que hablaba como si quisiese untar sus palabras sobre el pan—. Pero si es nuestro pequeño y precioso niño de ojos blancos. Tu Byakugan causó bastante... sensación en el Torneo.
—¡No! ¡Otra vez vosotros no! ¡Mira, no soy responsable de que perdierais el dinero en las apuestas! ¡Yo hago lo que tengo que hacer!
—¿Apuestas? —La mujer torció la cabeza, sin entender—. Oh, no. No, te estás equivocando de persona. Yo sólo soy una mujer que te quiere, que te aprecia, que se ha estado fijando mucho en ti, Daruu-kun...
La mujer besó su frente. El cuerpo de Daruu convulsionó un par de veces, y quedó tendido en el suelo.
—...sólo una mujer que se muere por tus ojos, cielo. Y tranquilo, que me vas a hacer ganar mucho dinero...
La kunoichi acercó sus dedos, como las garras de una harpía, a sus cuencas oculares.
Y se los arrancó.
La playa desapareció. El mundo falso que les rodeaba se volvió negro. Permaneció así un largo minuto.
Luego, ellos también desaparecieron. Sólo quedó la oscuridad.
Datsue abrió sus párpados dentro de la ilusión. La imagen borrosa de una mujer se aclaró poco a poco. Una mujer morena, con los ojos vendados, vestida con el traje de un hospital. Sonreía.
Giró su cabeza y vio a Daruu reflejado en el espejo de su habitación, tumbado en una camilla. Sus ojos eran morados.
Y la ilusión se desvaneció secamente.
• • •
Volvían a estar en la colina. Daruu lloraba.
¿Pero quién lo habría podido saber, bajo aquella tormenta?