12/07/2018, 21:52
Por fin logró vislumbrar al desconocido, que esperaba de pie en mitad de ese mar níveo. No obstante, la imagen con la que sus ojos se chocaron la llevó a parar de pronto, casi perdiendo el equilibrio en el proceso. Estaba a unos cuatro metros de Karamaru, mirándolo desde el anonimato de la capucha con una mezcla de asombro y temor.
Se trataba de un muchacho de edad similar a la suya propia, calvo como una bola de billar. Pero lo más llamativo de este no era ese detalle, si no el hecho de que solo llevaba unos pantalones cortos a pesar de encontrarse en un páramo helado. Sus tonificados músculos estaban a la merced del despiadado frío.
—Esto... ¿hola? —le dijo, insegura—. ¿No... tienes frío?
Era una pregunta estúpida, pero en una situación así de surrealista, a Karma no se le ocurrió nada mejor.
Se trataba de un muchacho de edad similar a la suya propia, calvo como una bola de billar. Pero lo más llamativo de este no era ese detalle, si no el hecho de que solo llevaba unos pantalones cortos a pesar de encontrarse en un páramo helado. Sus tonificados músculos estaban a la merced del despiadado frío.
—Esto... ¿hola? —le dijo, insegura—. ¿No... tienes frío?
Era una pregunta estúpida, pero en una situación así de surrealista, a Karma no se le ocurrió nada mejor.