14/07/2018, 16:51
Habían sucedido muchas cosas desde la primera prueba del examen de ascenso al rango de chuunin. En realidad, habían sucedido sólo un par, pero eran lo suficientemente importantes como para que el resto de días libres le hubieran parecido un relleno triste. Por una parte, eso le había impedido descansar como era debido, de modo que nuestro querido Daruu ahora caminaba junto al grueso de aspirantes de su villa hacia la Academia con dos señoras ojeras más hermosas que un par de pomelos pochos. Por otra, estaba mucho más centrado en el examen que en otras tribulaciones de ninja adolescente, lo cual era muy bueno, dado el sueño que le atenazaba.
Bostezó sonoramente cuando estaban a unos pasos de llegar de nuevo junto al shinobi manco que les examinó del teórico. «¿Qué habrán preparado para esta? Está claro que no es una excursión al bosque o algo así. ¿La prueba práctica será en el aula de la primera prueba?»
Sus dudas fueron resueltas diligentemente por el examinador que resulta que ya no iba a ser examinador: se limitaría a dictar las instrucciones básicas.
Después de advertirles de que podían renunciar a la prueba, cosa que hizo que Daruu tragase saliva y vagabundease mentalmente entre cada uno de los posibles obstáculos que podrían hacer renunciar a alguien que había llegado hasta allí, nombró a los participantes en voz alta uno a uno.
Al escuchar su nombre, Daruu dio un respingo y se dirigió al fondo del pasillo, donde giró a la izquierda tal y como le habían indicado. Tomó el pomo de la primera puerta y se adentró en...
...una clase en la que habían retirado la mesa del profesor a un lado y habían puesto dos cojines de aspecto de lo más cómodo. Al instante le llegó un olor agradable: melocotón. «Hubo un tiempo en que podía comerlo. Con lo que a mi me gustaba el zumo de melocotón y uva...» Sentada en uno de los cojines había una mujer sentada con un kimono que, sin saber exactamente por qué, le dio mala espina. Era una kunoichi de Amegakure, que saboreó cada una de las palabras cuando dio la bienvenida al muchacho, divertida. Daruu entrecerró los ojos mientras se daba la vuelta y cerraba la puerta tras de sí.
—Hola —dijo. «Esta me la va a liar. Que lo sé yo que sí...»
Daruu caminó hacia el cojín vacío, que asumió que se trataba de un asiento para él, y se sentó cruzando las piernas.
Entonces se quedó mirándola expectante.
«¿De qué me suena esa voz?»
Bostezó sonoramente cuando estaban a unos pasos de llegar de nuevo junto al shinobi manco que les examinó del teórico. «¿Qué habrán preparado para esta? Está claro que no es una excursión al bosque o algo así. ¿La prueba práctica será en el aula de la primera prueba?»
Sus dudas fueron resueltas diligentemente por el examinador que resulta que ya no iba a ser examinador: se limitaría a dictar las instrucciones básicas.
Después de advertirles de que podían renunciar a la prueba, cosa que hizo que Daruu tragase saliva y vagabundease mentalmente entre cada uno de los posibles obstáculos que podrían hacer renunciar a alguien que había llegado hasta allí, nombró a los participantes en voz alta uno a uno.
Al escuchar su nombre, Daruu dio un respingo y se dirigió al fondo del pasillo, donde giró a la izquierda tal y como le habían indicado. Tomó el pomo de la primera puerta y se adentró en...
...una clase en la que habían retirado la mesa del profesor a un lado y habían puesto dos cojines de aspecto de lo más cómodo. Al instante le llegó un olor agradable: melocotón. «Hubo un tiempo en que podía comerlo. Con lo que a mi me gustaba el zumo de melocotón y uva...» Sentada en uno de los cojines había una mujer sentada con un kimono que, sin saber exactamente por qué, le dio mala espina. Era una kunoichi de Amegakure, que saboreó cada una de las palabras cuando dio la bienvenida al muchacho, divertida. Daruu entrecerró los ojos mientras se daba la vuelta y cerraba la puerta tras de sí.
—Hola —dijo. «Esta me la va a liar. Que lo sé yo que sí...»
Daruu caminó hacia el cojín vacío, que asumió que se trataba de un asiento para él, y se sentó cruzando las piernas.
Entonces se quedó mirándola expectante.
«¿De qué me suena esa voz?»